La semilla es el símbolo y la fuente universal de la vida. En ella, están contenidas todas las fuerzas para desarrollar tanto un árbol milenario como los alimentos que consumimos a diario. La semilla, por milenios, ha sido patrimonio común de la humanidad, mejorada pacientemente por los pueblos originarios y campesinos y guardada generosamente por mujeres guardadoras de semillas.
Parte de la tradición ancestral de indígenas y de campesinos es el intercambio de semillas.Trafkintu significa trueque en mapudungun y es una tradición propia de la cultura mapuche, en la cual se intercambian semillas, plantas y demás productos agrícolas para la subsistencia.
Estos productos se ofrecen a Dios, para obtener así los frutos de la naturaleza que ellos entregan. La idea es enriquecerse como comunidad, valorando el aporte de los otros y reivindicando la generosidad, con el fin de alcanzar la sabiduría de esta manera. Esta cosmovisión y las tradiciones ancestrales en proceso/riesgo de extinción enfrentan una nueva amenaza que nos atañe a todos.
En virtud de la aprobación del convenio UPOV 91, el Gobierno busca derogar la actual ley de semillas, con el propósito de fomentar más aún la agricultura a escala industrial de carácter monopólico y facilitar la concentración de la propiedad de las semillas en pocas empresas, normalmente multinacionales.
La propuesta legal del Ejecutivo amplía los derechos de propiedad intelectual sobre las semillas pertenecientes a grandes corporaciones y convierte en ilegal para los agricultores el guardar e intercambiar su propia semilla. Todo esto está amparado en derechos exclusivos garantizados por los derechos de propiedad intelectual. En palabras de Vandana Shiva: “la semilla no es un invento; la vida no es un invento.” La apropiación del saber ancestral acumulado por parte de grandes empresas al amparo legal de la nueva ley de obtentores vegetales no es innovación, es simplemente biopiratería: es un robo.
Además, la propuesta legal del Gobierno permite la posibilidad de registrar semillas transgénicas, un tipo de tecnología fracasada en el mundo, que conduce a un uso mayor de agrotóxicos. Este hecho sólo beneficia a las empresas que las producen al vender un paquete tecnológico y monopolizar el mercado con semillas de propiedad exclusiva, normalmente más caras y de menor productividad.
Que nadie se equivoque: esta iniciativa legal es del Gobierno de Michelle Bachelet y el Presidente Piñera le ha puesto carácter de urgencia en el Senado. Como vez, es un problema tranvesal de los partidos políticos tradicionales.
Es deber de todos nosotros evitar que este cuerpo legal –la ley que regula los derechos de las obtenciones vegetales- salga a la luz.
Campaña de recolección de firmas en AVAAZ: http://bit.ly/11rSrUF
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