El 16 de junio de 1963 despegó el vuelo que mostró al mundo que las mujeres también son capaces de conquistar el universo. La primera mujer cosmonauta fue Valentina Tereshkova, nacida el 6 de marzo de 1937 en la provincia de Yaroslavl. Tras abandonar la escuela, trabajó en una fábrica de neumáticos y más tarde estudió ingeniería. También practicó paracaidismo, especialidad en la que acumuló unos 90 saltos.
Después de los primeros vuelos al espacio realizados exitosamente por los cosmonautas soviéticos, Serguéi Koroliov decidió que había llegado la hora de lanzar una mujer al espacio. A principios de 1962 inició la selección de aspirantes: las paracaidistas tenían que tener menos de 30 años, medir menos de 170 cm y pesar menos de 70 kg. Cinco jóvenes fueron seleccionadas, Valentina Tereshkova entre ellas.
Durante los entrenamientos, que finalizó con excelencia, se entrenó para aumentar la resistencia del organismo a las condiciones del vuelo espacial. Los entrenamientos incluían la cámara térmica, donde había de permanecer con un traje de vuelo a temperatura de 70 grados centígrados y humedad de 30 por ciento; así como la cámara de privación sensorial, donde los futuros cosmonautas, privados de todo contacto con el mundo exterior, debían pasar 10 días. Asimismo pasó el entrenamiento en ingravidez y se preparó para el aterrizaje en tierra y mar con paracaídas.
En un principio se planearon dos vuelos simultáneos con tripulación femenina, pero en marzo de 1963 el proyecto fue rechazado y tan solo se aprobó un viaje con una tripulante. Esta mujer fue Valentina Tereshkova, hija de obreros, cuyo padre cayó heróicamente en la llamada guerra finlandesa.
La cosmonauta emprendió su primer vuelo el 16 de junio de 1963 en la nave Vostok-6. En ese momento ya estaba en órbita la nave Vostok-5, pilotada por el cosmonauta Valeri Bikovski. El día de su viaje espacial, Valentina dijo a sus familiares que se iba a unas competiciones de paracaidistas. Fue por radio como su familia se enteró del vuelo.
El nombre en clave durante la misión de la cosmonauta fue Chaika (“gaviota” en español). Según recordaba su instructor, Tereshkova empezó el vuelo de una manera excelente, todas las operaciones las hizo correctamente, como el propio Yuri Gagarin en el primer vuelo espacial tripulado de la historia. Sin embargo, ya en la órbita, Tereshkova no pudo orientar la nave correctamente debido a un fallo en el sistema y no se le permitió tomar el control manual de la nave, tal y como estaba planeado para el aterrizaje.
Pero, tras tres días, con el aterrizaje en el territorio de Altái el vuelo finalizó con éxito. A pesar de los vómitos e incomodidades que sufrió, Tereshkova pudo aguantar 48 vueltas alrededor de la Tierra. Pasó casi tres días en el espacio, mantuvo el cuaderno de bitácora y tomó fotografías del horizonte que luego ayudaron a descubrir los aerosoles atmosféricos.
A pesar del éxito de Valentina Tereshkova, solamente dos mujeres rusas siguieron sus pasos, aunque sus hazañas también fueron ejemplares: Svetlana Savítskaya, la primera mujer cosmonauta en realizar una caminata espacial; y Elena Kondakova, que estuvo trabajando en órbita durante 169 días.
Después de su histórico vuelo, Valentina Tereshkova se graduó en ingeniería espacial en 1969 y ejerció casi 30 años de instructora de cosmonautas. En 1977 recibió el grado científico en ingeniería. Siendo una persona famosa y prominente, Valentina Tereshkova desempeñó diversos cargos políticos y fue condecorada con prestigiosos premios de la Unión Soviética y de otros países.
En 1997, Tereshkova se retiró de la Fuerza Aérea y desde entonces trabaja como colaboradora científica jefe en el Centro de Preparación de Cosmonautas. Su carrera espacial no significó el sacrificio de su vida personal. Valentina Tereshkova contrajo matrimonio con el también cosmonauta ruso Andrián Nikoláyev y en 1964 nació su hija Yelena, ahora doctora en medicina. Se casó en segundas nupcias con Yuli Sháposhnikov, destacado cirujano.
Valentina Tereshkova fue política, diputada de la Duma regional en la ciudad de Yaroslavl, y soñaba con un vuelo cósmico. “¡Volaría con mucho gusto a Marte!”, confesó en una entrevista al diario ruso Sobesédnik. “Durante muchos años estuve interesada en todo lo que tiene relación con Marte. ¡Si pudiera llevarlo a cabo, volaría allí e incluso no regresaría!”.