Ahora que estoy en un proceso de aprendizaje .
Lo que habitualmente llamamos enfermedad, es solo un síntoma del estado de desequilibrio al cual hemos llevado a nuestro organismo. En sí mismo, el cuerpo humano tiene gran cantidad de maravillosos mecanismos para resolver problemas a los que puede verse sometido: excesos, carencias, toxicidad, etc. Pero el moderno estilo de vida se las ha ingeniado para colapsar esa increíble armonía, malogrando nuestra natural capacidad de adaptación a los inconvenientes.
Asumir esta realidad, representa el cincuenta por ciento de la solución de nuestros actuales problemas de salud. Y ese es el objetivo de esta publicación: que el lector comprenda cómo él mismo ha generado tal situación de desequilibrio y -por sobre todo- cómo él mismo puede remediar tal problema en la medida que retorne a los hábitos saludables que nunca debió abandonar.
En esto no hay misterios, ni tampoco soluciones mágicas. Los errores se generan principalmente por desconocimiento. En la medida que sepamos cómo opera la inmensa inteligencia corporal y comprendamos sus mecanismos, veremos que es muy sencillo jugar a favor (y no en contra) de nuestra propia naturaleza humana. También entenderemos que no habrá medicamento alguno que pueda remediar nuestros problemas, mientras no dejemos de boicotear nuestro organismo con hábitos que van en contra de las leyes naturales, bajo las cuales ha sido creado.
como nos hemos desconectado de nuestra biología, nuestra natura, nuestra esencia.?
Eso es nuestra raíz de la enfermedad la desconexión.
Cada clase de tejido tiene su tiempo de renovación, que depende del trabajo desempeñado por sus células. Las células que recubren el estómago, duran sólo cinco días. Las células de los glóbulos rojos, después de viajar casi 1.500 kilómetros a través del “laberinto” circulatorio, sólo duran alrededor de 120 días antes de ser enviadas al “cementerio” del bazo. La epidermis (capa superficial de la piel) se recicla cada dos semanas. El hígado, desintoxicante de todo lo que ingerimos, tiene un tiempo de renovación total calculado entre 300 y 500 días. Otros tejidos tienen un tiempo de vida que se mide en años y no en días, pero están lejos de ser perpetuos. Hasta los huesos se renuevan constantemente: todo el esqueleto de un adulto se reemplaza celularmente cada diez años. Recientes estudios demuestran que incluso las células cerebrales -consideradas hasta hace poco, elementos vitalicios del organismo se renuevan periódicamente.
Jonas Frisen, biólogo celular del Instituto Karolinska de Estocolmo, ha demostrado que la edad promedio de todas las células del organismo de un adulto puede ser tan sólo de entre siete y diez años. Esto ya lo sabían los intuitivos maestros orientales, pues en los antiguos textos hablaban de un período de siete años para la completa renovación del organismo.
Ahora bien, la pregunta del millón es: ¿por qué tenemos órganos defectuosos cuando periódicamente los estamos renovando? ¿Por qué una persona “sufre” del hígado, si sus células hepáticas viven solo seis semanas y en el arco de un año las habrá renovado por completo?
Para encontrar respuestas, debemos por fuerza perder algo de tiempo y comprender cómo funciona esta unidad orgánica que es la célula. En realidad no es “perder tiempo”, sino invertirlo en conocimientos básicos que nos harán más sanos y menos dependientes de curaciones externas. En la correcta renovación celular encontraremos la clave para recuperar la salud y la plenitud, tarea que sólo nosotros podemos llevar a cabo. Por otra parte, tomar consciencia de esta realidad nos permitirá abandonar el estado de resignación a la mediocridad.
No ejercemos plenamente nuestro natural derecho a la plenitud física y mental. Nos parece que estar al 100% de nuestro potencial es utópico; por ello nos resignamos y aceptamos andar al 50%. Nos condicionan a pensar que el estado mediocre es “normal”. Siempre “algo” hay que tener, ya sea por envejecimiento, genética o virus. Y esto no es verdad. Ese “algo” no es natural y es solo la expresión del desequilibrio que nosotros mismos generamos por desconocimiento o condicionamiento mental, obstaculizando la “magia” de la permanente renovación celular.
Paola Shenkaya
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