Mucha gente ya está familiarizada con la escena que se observa en la foto arriba. Es una foto tomada en Taiji (Japón), un sitio donde la caza y la matanza de delfines es corriente. Pero esta foto describe un momento particular, que requiere un examen más profundo. Nos plantea una serie de preguntas fundamentales sobre la inteligencia emocional de los delfines y sobre sus relaciones con los hombres, y nos invita a reconsiderar la manera en la que tratamos a estos mamíferos marinos.
Observa de más cerca. Esta foto nos muestra los últimos momentos de vida de estos delfines, que observamos mientras los buzos que se encuentran a su lado los llevan a la muerte. Estos delfines están a punto de pasar -en contra de su voluntad, pero de una manera relativamente pacífica- bajo una lona donde se les inmobilizará por la cola, lado a lado…
Después, les pincharán lentamente la cabeza con una punta de metal. (Se puede ver un vídeo en http://youtu.be/dzOw5IBmqWk -Aviso: el contenido del vídeo puede herir la sensibilidad de los lectores-)
Su familia y amigos siguen debatiéndose a su alrededor, agotados y probablemente aterrorizados después de las largas horas de persecución por los pescadores, para acabar finalmente en sus redes. Si nos fijamos en la imagen, podemos ver que algunos delfines ya están sangrando, pues se han golpeado contra las rocas al intentar escapar de los pescadores y de los horrores de debajo de la lona.
Los delfines de la foto han sido acorralados en una esquina con, de un lado, los pescadores y una muerte segura y, del otro lado, una simple red que los separa de la libertad. ¿Qué otra especie -incluida la especie humana- conocemos que no estaría totalmente desatada si se la retuviera de esta manera?
Sin embargo, y como miles de delfines antes de ellos, estos delfines no van a atacar. Y no porque no tengan la capacidad de hacerlo -con un peso de cerca de 350 kgs, unos dientes puntiagudos y una potente cola, estos grandes predadores podría herir seriamente a los hombres que están en el agua. Pero se abstienen de hacerlo, una y otra vez. Esta benevolencia no merecida para con los humanos nos desconcierta. Pero los estudios científicos relativos al cerebro del delfín empiezan a darnos una explicación a este comportamiento aparentemente pasivo.
El cerebro humano comparte muchas similitudes con el de los delfines. Por ejemplo, ambos ambos tienen un sistema límbico (piso o suelo talámico), responsable del procesamiento de la información emocional. Sin embargo, hay una diferencia: el sistema límbico de los delfines es mucho mayor que el nuestro. Además, según la científica Denise Herzig, podría extenderse por una parte mayor del cerebro, lo que implicaría para los delfines una especie de “conexión global” del cerebro para todo lo relacionado con las emociones. Esto podría significar que los delfines son más emocionales que los seres humanos y que sus emociones tienen un lugar más destacado en su proceso de pensamiento.
Aunque sería tentador pensar que un excedente de emociones podría provocar más agresividad cuando el delfín se encuentra acorralado, otra característica de su cerebro parece argumentar en contra de esta explicación. En su artículo “The evolution of cetacean intelligence” (Minds in the Water), Sterling Bunnell subraya que el cortex cerebral, responsable del pensamiento lógico y del razonamiento, tanto en el ser humano como en los delfines, es controlado por la actividad emocional del sistema límbico. Este proceso es facilitado por las llamadas “neuronas de asociación del neocortex”.
Bunnell ha observado, en estudios relativos al ser humano, que la proporción o el ratio entre neuronas de asociación y neuronas “cepas” del sistema límbico era necesaria para cualidades como, por ejemplo, el control de las emociones. Una menor proporción entre neuronas, al contrario, podía asociarse con impulsividad, inestabilidad emocional, irritabilidad, pérdida del sentido del humor, etc.
Sterling Bunnell subraya que los delfines tienen una proporción de estas neuronas superior al ser humano medio, lo cual sugiere que el control que pueden ejercer sobre sus propias emociones es superior al que podemos experimentar.
Sterling Bunnell subraya que los delfines tienen una proporción de estas neuronas superior al ser humano medio, lo cual sugiere que el control que pueden ejercer sobre sus propias emociones es superior al que podemos experimentar.
Por ello, es posible que los delfines, aún siendo más emocionales que nosotros, sean también mucho más estables, y por lo tanto más capaces de controlarse a sí mismos en situaciones de estrés. Esto explicaría su aparente control sobre este impulso que, de otro modo, los llevaría a volverse en contra de los seres humanos que están poniendo tan cruelmente fin a sus vidas.
Podría explicar también por qué son tan dóciles en cautiverio. Muchos delfines son capturados en Taiji y vendidos a delfinarios y parques del mundo entero.
Bunnel observa que, a pesar del hecho de que están gravemente traumatizados, “los delfines cautivos pueden tener un sentido del humor, una empatía y un auto-control que pocos podríamos demostrar en las mismas circustancias”.
En efecto, estos seres son separados de su familia, retenidos en unas piscinas estériles que se parecen a todo excepto al ambiente que conocen en su estado salvaje y se les obliga -a través de la privación de alimento- a realizar todo tipo de trucos y piruetas… Si no los hacen, no comen. Y, a pesar de todo ello, tratan a cada uno de sus “clientes” con algo que se parece a la amabilidad y la comprensión. Algo que deberían recordar la próxima vez que aceptes un “beso” de un delfín cautivo.
De momento, no hay manera de saber con certeza cuales son los motivos de la aparente benevolencia de los delfines. Algunos estudios también sugieren que el comportamiento pasivo de los delfines y su ausencia de reacción podrían ser el resultado del estrés extremo de las capturas y las masacres, que de hecho llevan a los delfines hasta un estado próximo al coma. Lo que es cierto, sin embargo, es que el comportamiento de los delfines es totalmente diferente del de otras especies cuando se ven sometidas a tales situaciones.
A pesar de lo poco que sabemos sobre la experiencia que los delfines tienen del mundo, es difícil negar que son muy inteligentes y que son probablemente capaces de un sufrimiento emocional importante. Así que nos vemos confrontados a una pregunta turbadora pero importante: ¿es justificable, de un punto de vista moral, seguir usando, abusando y maltratando delfines como lo hacemos, que sea matándolos por su carne o capturándolos para que nos diviertan?
Mira de nuevo la foto y, luego, trata las informaciones contenidas en este artículo con tu cortex cerebral. Después, deja que estas informaciones lleguen hasta tu sistema límbico. ¿Lo tienes? ¿Haz pensado como un delfín? Entonces, ya deberías tener la respuesta a la pregunta.
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