La tradición popular, más que la literaria, ha derivado siempre en la concepción, más o menos, homogénea de un héroe que es siempre el mismo, en todas las épocas y latitudes.
Se desarrolle la acción en los antiguos territorios árabes, en la vieja Roma, en la Grecia helénica, en la Europa de medieval, en la Rusia anterior a Pedro el Grande y a Catalina la “Insaciable”; y gire esta acción sobre dos que se aman, un viaje a tierras o lugares extraños, enfrentar los seres más increíbles, etc., el héroe, a final de cuentas, saldrá victorioso, porque es el mismo.
Si analizamos los cuentos de hadas, los relatos fantásticos de Rusia, la India o la antigua Persia nos vamos a encontrar con un conjunto de situaciones similares, pero sobre todo, con unas permanentes concepciones del héroe y de los villanos que los unifican a todos.
Héroe, por lo general, como la madre, sólo hay uno en el relato. Los villanos pueden, sin embargo, abundar. De hecho son muchos y con distinto nivel de maldad y gran capacidad para cometer fechorías de variada especie.
Ambos de todas maneras: héroe y villano (protagonista o antagonista), son arquetípicos, es decir, la síntesis o si queremos mejor, la personificación en máximo grado de todos los valores dominantes en la época; los cuales podemos resumir en: bondad, fuerza, inteligencia, valor, amabilidad, etc. El villano será, por lo general, todo lo contrario.
En ocasiones el protagonista puede ser feo, horrible, incluso: pero esta condición será temporal y producto de algún hechizo, tal como sucede con La Bella y la Bestia, entre otros.
Los héroes son inmortales
Una facultad esencial del héroe (y de la heroína) es la de trascender la muerte o, dicho de otro modo, de evadirla en toda circunstancia.
El héroe positivo está destinado a salir victorioso siempre, es, por tanto, imperecedero. La idea de la muerte, por ello, no cabe.
Como los dioses, el héroe está más allá de los dominios de la muerte, procede de un mundo donde lo perecedero no cabe; habita en el universo de los inmortales, de los seres eternos; aquellos que estaban allí desde siempre; porque su concepción nace de la ingenuidad (inocencia) humana; tanto en las colectividades agrarias como urbanas, para otorgarse, por esa vía, lo que la falta de un conocimiento apropiado y la impotencia frente a los poderosos, una burbuja de fantasía capaz de elevar al campesino más humilde al nivel de su monarca o de superar a sus malvados explotadores.
El héroe fantástico reivindica las humillaciones y los dolores de los humildes al castigar a los villanos. Estos últimos parecen tener la venia de los demonios; pues reaparecen una y otra vez. En realidad, subyace en ellos la representación de poder despótico de reyes, emperadores, príncipes, caudillos, dictadores militares, que son los demonios terrenos que han acaparado el poder por siglos.
En la ingenuidad colectiva el héroe y la heroína solventarán toda difícil prueba e infortunios con ayudas externas para salir, finalmente, victoriosos. De ahí las frases como: “y vivieron felices por siempre” o “y fueron felices”. Se consolida la idea de lo eterno. El bien no puede vencerse, es eterno. El bueno solamente es temporalmente derrotado. Siempre habrá un momento en el que podrá recuperar¬se y vencer finalmente a su agresor.
Vale la pena recordar a unos de los primeros héroes de la novela policial: el detective Sherlock Holmes creado por Arthur Conan-Doyle tuvo que se revivido. Mas recientemente, un espía del cine de ficción James Bond ha necesitado renovar los actores que lo han interpretado, para mantenerlo joven y de hecho inmortal.
“La Divina Providencia premia a los buenos”
Toda tradición popular busca una suerte de equilibrio entre las clases sociales que son totalmente antagónicas: imaginación y fantasía es el medio a través del cual los seres humanos se pueden mover con absoluta libertad y hasta con ventaja; por¬que no están atados a cuestiones terrenales.
No son como Sancho, sino como don Quijote, de ahí que una moza sin encantos resulta ser la mujer más bella; no hay que olvidar que la belleza es un privilegio de la condición social. Es más notoria y permanente en la gente con “clase”, porque la adorna mejor y no la maltrata con el trabajo diario del hogar, del huerto o de la fábrica; de ahí que un simple petate lo mismo que una alfombra persa se conviertan en artefactos voladores; igualmente, un viejo cuchillo corroído por el óxido; puede transformarse en una espada con poderes especiales, en fin..
Es difícil establecer, por otro lado, hasta donde la concepción del héroe es conscientemente planteada por la clase dominante, para hacerlo efectivo en la clase dominada.
Más bien, parece, expresarse, en toda esta tradición, una respuesta fantástico - afectiva, que inconscientemente, desde la perspectiva de los sometidos (el campesino, el pueblo en general), procura obtener los espacios que socialmente, en la realidad, no están permitidos ni por la práctica ni por las leyes imperantes.
Comentario aparte, es conveniente resaltar que Bocaccio en su serie de relatos de El Decamerón, se nutre de toda la tradición popular, pero da un vuelco a la perspectiva, es decir, a la concepción del héroe y de la intencionalidad (ideológica) de la historia contada.
De ahí que los protagonistas del Decamerón, sin llegar a los límites de la picaresca española, destacan por su realismo, pero especialmente, por su ingenio.
Y de hecho, no son héroes positivos, sino personajes listos, que igual se burlan de señores, señoras, o se aprovechan de las circunstancias que les son favorables a sus propósitos, sin tener que recurrir a las hadas madrinas, a los toques celestiales o divinos, sino únicamente a su ingenio.
La Metamorfosis: Del héroe mítico al superhéroe de nuestros tiempos
En la antigüedad (asumo esta como anterior a toda época que se ubica antes del Renacimiento europeo), pienso que dicha concepción obedece más bien al conjunto de elementos (valores) sociales, éticos, religiosos, políticos, económicos, predominantes de la época y el lugar. Todo ello pesaba sobre quienes se daban a la tarea de inventar y recrear historias, ya fueran basadas en la realidad o en hechos históricos más o menos comprobables, pero manejadas a conveniencia y magnificándolos en ocasiones.
Si alguna diferencia se puede señalar entre la “literatura fantástica oral” y el melodrama desde los folletines del siglo pasado hasta las serie policiales, las telenovelas lacrimógenas, etc., es que la tradición oral es anónima y melodrama moderno no.
Por tanto el melodrama es de alguna manera concebido con mayor consciencia, sobre todo de parte del productor, o si se quiere por el equipo que interviene y decide su realización; guionistas, directores y productores.
Cuando se afirma, por parte de quien dirige la comunica¬ción de masas, que sus programas son tal como son, por que se basan en el gusto de los espectadores, en buena medida, se parte de este “gusto” por el héroe arquetípico, cuya existencia es tan antigua como la concepción de las divinidades.
Hay una expresión inconsciente, de reivindicación o venganza que procura que su héroe popular derrote a su antagonista poderoso. Desde luego, esta visión no altera de ninguna manera el orden establecido.
En el cuento de hadas, para no ir muy atrás en el tiempo, la recompensa del héroe suele ser la obtención de la mano de la hija de un Rey (moralmente bueno), porque suele haber otros malos.
Posiblemente, la intención de los creadores (cuenteros) de estos relatos, era aludir al Rey de su Comarca como el malo y a los lejanos como los buenos, y no a la inversa.
De Cenicienta a modelo profesional
En la radio novela primero y en la telenovela después, sin olvidarnos de las novelas sentimentales que por entregas se daban a conocer en el siglo pasado (folletines), los héroes y las heroínas han cambiado, pero de oficio, no en su esencia.
La Cenicienta dio paso a las secretarias; aunque por bastante tiempo, estas siguieron apareciendo, por medio de muy diversos nombres. En Latinoamérica causó furor Natacha, de modo tal que el nombre obtuvo un ampliación semántica o más bien agregó un nuevo significado: empleada doméstica; se produjeron otras derivaciones más: la natachada, que implica acción, etc.
Todo ello como consecuencia del planteamiento (cursi) melodramático de la obra. De hecho cuando nos referimos al melodrama, no aludimos solamente a las telenovelas de carácter sentimental; vamos más allá: series policiales o detectivescos, por ejemplo, hasta llegar al cine tipo Rambo, Robocop, etc.
Pero antes de señalar otros casos deseo exponer la serie de constante que encontramos en el cuento de Hadas y el relato fantástico, los cuales se repiten en las telenovelas, las series policiales y el cine de ficción norteamericano en su mayoría.
La primera es la concepción del héroe: Si es varón, será, por lo general,” bien parecido, fuerte, ágil, valiente, caballeroso, leal, etc. El prototipo de lo bueno”.
Si se trata de una mujer, la heroína, será bella, generalmente rica y poderosa o bien próxima a heredar la fortuna de su padre, y por lo demás, reflejará las cualidades requeridas para la mujer de su posición y época: lealtad, fidelidad, dedicación al hogar, sumisión, discreción, astucia en otros momentos, etc.
En el héroe moderno observaremos las mismas cualidades. Cambiará entre uno y otro la indumentaria, los espacios en que se desarrolla la acción y los demás aspectos secundarios.
El conflicto, por otro lado, se basa en la prueba y la recompensa.
Mayoritariamente vamos a encontrar un número fijo de pruebas, tres, cada una de las cuales va adquiriendo un mayor grado de dificultad. La tercera, por lo general, nunca la ha superado nadie.
Para que las pruebas que impone el conflicto sean superadas por el héroe, éste a menudo es auxiliado: en los relatos árabes, por un genio que se encontraba atrapado en una botella, en una lámpara o en algún otro recipiente. En el relato del folclor europeo nos encontramos, con las hadas madrinas, e incluso con el auxilio de algunos santos o de la propia divina providencia. El héroe por lo demás está de lado de la justicia divina y terrena. A estos elementos externos debe agregarse la propia habilidad y valentía, incluso su sinceridad y humildad en aquellas circunstancias en que puede ser víctima de un “detector de mentiras” que ya en la antigüedad los había.
Una simulación del pensamiento o del estado de ánimo no acorde con la realidad provocará derrumbes, alteraciones de cualquier naturaleza, que se cierren las puertas, que suba la lava volcánica, que crezcan las llamas, que se quiebre un viejo y casi destruido puente, etc.
La narrativa fantástica de la antigüedad estaba repleta de seres mitológicos o imaginarios como los ha llamado Borges: grandes leones, descomunales serpientes, pese a que se desconocían las anacondas; dragones “lanza llamas”, enormes pulpos, infernales gigantes, en fin, toda una multitud de seres irreales que pululaban siempre lejos del sitio del cuento, pero muy hondo en el universo ideológico de la gente, haciéndole, por lo general, la vida imposible a nuestros héroes.
Más cercanos a nuestra época encontramos, por ejemplo, bajo igual concepción los caballeros andantes, surgidos en buena medida, de la confluencia entre la tradición guerrera “paganas”, con la propagación, por diversas vías, de la fe católica, entre otras, Las Cruzadas.
Este héroe será distinto sólo en el empleo de otros elementos secundarios, su vestimenta, la pesada carga de metal que lo protege a él y a su corcel. Aquí deambularon los magos y hechiceros, confundidos con los santos guerreros y la propia manifestación de Dios.
Las heroínas, salvo en el mito de las amazonas, estarán concebidas por el conjunto de cualidades que se precisaban de la mujer ideal, que ya expusimos antes.
Gigantes, seres diabólicos, ejércitos de hombres sin ley y sin Dios, serán los oponentes frecuentes.
Las recompensas, como siempre serán tierra, poder (algunas veces) gloria, fama, fortuna y por supuesto: una bella mujer que, como la Penélope de Ulises, espera y espera ansiosa la vuelta de su amado.
La Heroína adquiere más movilidad cuando se desempeña en un universo de su mismo sexo; es sin embargo, menos constante. De ahí que los relatos como Cenicienta no abunden en este sentido.
El melodrama sentimental, sin embargo se nutrirá básicamente de esta vertiente. La novela del folletín de los siglos 18 y 19, que Flaubert parodia en Madame Bovary, predominaron en bastos círculos de lectoras que soñaban con un “príncipe azul” que les diera amor y fortuna.
La realidad, como sabemos, era brutalmente contrastante a este respecto. En la Edad Media, existía entre otras cosas el conocido Derecho de Pernada. Un derecho que habían establecido los Reyes, príncipes y toda la caterva de la nobleza, para satisfa¬cer su lujuria. Consistía, en que el príncipe, tenía derecho a pasar la primera noche con la novia y disfrutar de su virginidad.
Se supone que esto contaba con la amable aprobación del novio que en un gesto de agradecimiento a su benefactor, por no tener bienes, ofrecía, lo más preciado de su futura esposa: la virginidad.
Ello contrasta con la noble aspiración de la bella campesina que es Cenicienta; ya hemos por ello, manifestado a que pudo obedecer dicha actitud manifiesta en el relato.
En la Radio Novela primero y en la Telenovela después, luego de haber pasado por la folletinesca y derivado incluso en la fotonovela, encontraremos exactamente la misma concepción.
Para que la heroína pueda ascender a una posición social digna, en una sociedad, de hecho más democrática, porque no hay estamentos inamovibles o castas sociales; se recurre, por lo elemental de la trama, a la cualidades tradicionales de la mujer:
Bonita, sumisa, abnegada, laboriosa y amante fiel ( del marido del hijo mayor de la señora de casa). Por cierto, el carácter de la patrona es de los mil demonios; además, tiene la desgracia de ser mayor, lo que se dice mayor: En otras ocasiones resulta que la señora era viuda, y el marido actual se casó por interés, por timidez o alguna otra circunstan-cia que suponen un amor no verdadero.
Pero de hecho el resultado no culmina allí; porque la muchacha es pobre. Tiene ese defecto que de todas maneras la limita para que se coloque a la altura de su pretendiente.
El Hada madrina o la buena fortuna
Y como no cuenta ni con un genio, ni con un hada madrina, ni con una varita mágica, se auxilia algunas veces de la diosa fortuna, pegándole a la Lotería; o bien resulta que su padre no era su padre o que su madre no era su madre (aunque la que “ no tiene madre” es la señora que le hace la vida imposible) y hereda una tremenda fortuna que la vuelve millonaria de la madrugada al amanecer.
Cuando no es empleada doméstica es secretaria. Aquí, aunque el conflicto es el mismo, tendrá otras opciones para hacer fortuna. Resulta que tiene una “linda voz o, como ya sabemos, un cuerpo escultural”, lo que le permite de repente, sin querer queriendo, volverse célebre como cantante, o como modelo profesional; y a la vez que “lucha por el hombre que ama y que la garras de destino le niegan” se supera económicamente y pasa de empleada a empresaria prominente, abre cadenas de salones de belleza, academias de modelaje, tiendas de ropa y cosméticos...y mejor la paramos allí.
Esto es lo que encontramos más comúnmente en el ámbito latinoamericano.
De la espada a la metralla
Del otro lado tenemos las telenovelas policiales o series, tal como las conocemos en nuestro país. Las películas vaqueras relativas a la conquista del Oeste, o dicho de otro modo, la reducción de los indios de Norteamérica, tendrán exactamente el mismo patrón; luego sucederá lo mismo con una gran cantidad de cintas que result¬ron como producto de la segunda guerra mundial, hasta llegar al de personajes como Rambo, Robocop, entre otros.
Vale la pena señalar que los superhéroes, con el agregado de que algunos de ellos proceden de otros planetas lejanos (Superman), siguen la tradición de los cuentos fantásticos. Así entre el héroe de la novela de caballería, el superhéroe de las historietas (Superman, Acuaman, Hombre Araña, Invisible, etc.) y La mujer maravilla, Rambo y demás, estriba en el tipo de armas que cada uno utiliza y los ejércitos que enfrentan.
El caballero andante luchaba contra gigantes, leones, malvados que asaltaban a la gente en el cruce de un camino, tendían emboscadas y, se comportaban, en general como hombres sin ley.
Rambo suele enfrentar ejércitos, ya no de paganos sino de comunistas, enemigos de su visión de mundo, o bien delincuentes comunes de una maldad diabólica.
El caballero andante usaba espada, lanza, escudo, corazas protectoras.
James Bond usa las armas más sofisticadas, pero ambos son indestructibles porque están del lado del “bien”. Con sus acciones prevalecen “la justicia divina y la terrena”.
Difiere de las tiras cómicas en que ahí los superhéroes son dibujos animados y que el cine precisa de hacer inversiones millonarias, para volver real toda la fantasía; tan exagerada en algunos momentos que el dramatismo que supuestamente debe existir, en ciertas escenas, se vuelve cómico.
El héroe policial difiere en cuanto a la labor que realiza, pero no en efectividad, astucia, inteligencia, lo caballeroso, lo buen mozo, etc. Por ese simplismo en la concepción del héroe y en el planeamiento del conflicto y por que se nutren de una larguísima “conciencia colectiva que ante su imposibilidad de cambiar las condiciones de su entorno, inventa una nueva realidad de ficción, es que las películas llamadas de “acción”, así como las adaptaciones de las historietas (paquines o pasquines): Superman, Batman, etc. resultan grandes éxitos de taquilla.
Su público está compuesto por obreros, empleadas domésticas, secretarias, en general un universo que, aunque se distingue por sus oficios, se unifica en sus aspiraciones y en sus limitaciones intelectuales.
El gran público de las telenovelas se encuentra entre empleadas domésticas, secretarias y amas de casa que culminan viviendo entre la fantasía de la pantalla y vaivenes de la realidad.
Rambo, Robocop, los seriales policiales, etc. encontrarán mayor eco entre los obreros y demás pobladores, especialmente, los urbano-marginales, debido a su poca escolaridad. Así, “el gusto” parece no haber cambiado, pues en apariencia, sigue siendo el mismo, desde la antigua Persia hasta la modernísima Nueva York.
De hecho esta permanencia obedece a que quienes dominan la industria de los medios de comunicación de masas, su principal interés está determinado por la generación de riqueza y no por el afán de búsqueda o de pretensión estética que, sólo esporádicamente se manifiesta en cine concebido como espectáculo de masas; no podría decirse lo mismo del cine independiente, ni de las producciones de ficción independientes concebidas para la televisión, donde se ven de vez en cuando trabajos meritorios.
Fuente: http://www.webislam.com/articulos/62042-del_heroe_mitico_al_superheroe_de_los_tiempos_modernos.html
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