Cómo disciplinar a la próxima generación es un tema altamente discutido. En 2012, una encuesta nacional en Estados Unidos mostró que más de la mitad de las mujeres y tres cuartas partes de los hombres creen que un niño a veces necesita “una buena nalgada”.
La ciencia cuenta una historia diferente. Los investigadores dicen que los castigos físicos en realidad alteran el cerebro; no solo en una especie de “estoy traumado” sino en una forma “literalmente tengo menos materia gris en el cerebro”.
"Exponer a los niños al CCS (castigo corporal severo) puede tener efectos perjudiciales en las trayectorias del desarrollo de cerebro”, se concluyó en un estudio de 2009.
El castigo corporal severo en el estudio se definió como al menos una nalgada al mes durante más de tres años, frecuentemente realizada con objetos como un cinturón o pala. Los investigadores encontraron que los niños a los que regularmente les daban nalgadas tenían menos materia gris en ciertas áreas de la corteza prefrontal que fueron vinculadas con la depresión, adicción y otros trastornos mentales de salud, según los autores del estudio.
Los investigadores también encontraron “correlaciones significativas” entre la cantidad de materia gris en estas regiones del cerebro y el rendimiento de los niños en una prueba IQ.
Varios estudios respaldan estos resultados. En un estudio de 2010 publicado en la revista Pediatrics se encontró que las nalgadas frecuentes; más de dos veces en el mes anterior, en un niño de tres años se vinculaban con un mayor riesgo de niveles mayores de agresión a los niños cuando este tenía cinco años.
En otro estudio, de la revista Journal of Aggression, Maltreatment and Trauma, se encontró que el castigo corporal repartido por la madre estaba relacionado independientemente con una reducción de la capacidad cognitiva relacionada con otros niños. El castigo corporal tenía el mayor efecto en los niños de entre cinco y nueve años.
Sarah Kovac es una conferencista motivacional y autora de ‘In Capable Arms: Living a Life Embraced by Grace’. Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Sarah Kovac.
Detrás de toda esta ciencia está el hecho aleccionador de que el castigo corporal daña a los niños. ¿Esa materia gris de la que hablamos? Es la clave para la capacidad del cerebro de aprender autocontrol.
"Mientras más materia gris tengas en la parte de toma de decisiones y procesamiento de pensamientos de tu cerebro (la corteza prefrontal), mejor es tu capacidad de evaluar recompensas y consecuencias”, escribieron los autores de un estudio de 2011 que apareció en la revista Journal of Cognitive Neuroscience.
La triste ironía es que mientras más castigas físicamente a tus hijos por su falta de autocontrol, menos tendrán. Aprenden cómo ser controlados por fuerzas externas (padres, maestros, jefes), pero cuando el jefe no está mirando, ¿entonces qué?
Elizabeth Gershoff, profesora de la Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos, estudió el castigo corporal durante 15 años, y es conocida como la investigadora principal de nalgadas en Estados Unidos hoy en día. En el transcurso de los años, Gershoff hizo una revisión sistemática de los cientos de estudios sobre los efectos de castigos corporales.
"No hay estudio que haya hecho en el que se encuentre una consecuencia positiva a las nalgadas”, dijo Gershoff. “La mayoría de nosotros dejará de hacer lo que hace si alguien nos golpea, pero eso no significa que hayamos aprendido por qué alguien nos golpea, o qué debemos hacer en su lugar, que es el motivo real detrás de la disciplina”.
Inicialmente se creía que dar nalgadas, al menos, estaba asociado con el cumplimiento inmediato en los niños, y ese calor parental amortiguaría cualquier efecto dañino.
Pero el resultado de que las nalgadas producían cumplimiento “estaba demasiado influido por un estudio”. Gershoff dijo: resulta que las nalgadas “no hacen que tu hijo se comporte mejor. Crees que lo hace… No es así”.
¿Con qué se asocian las nalgadas? Agresión. Delincuencia. Problemas de salud mental. Y algo llamado “sesgo de atribución hostil”, que causa que los niños, esencialmente, esperen que las personas sean malas con ellos.
Los niños que fueron golpeados regularmente con nalgadas tenían menos materia gris en las cortezas pre frontales, según los estudios, estas áreas del cerebro fueron vinculadas con la depresión y adicción
Este sesgo hace que el mundo se sienta especialmente hostil. A cambio, los niños están al borde y listos para ser hostiles. Con el paso del tiempo, en las culturas y etnias, los resultados son consistentes: dar nalgadas es dañar real y mediblemente los cerebros de los niños.
Sin embargo, Gershoff señala que en 19 estados de Estados Unidos, todavía es legal que en las escuelas les peguen a los niños.
Para aquellos que piensan, “a mí me dieron nalgadas y salí bien”, o “le di nalgadas a mis hijos ¡y están muy bien!”, considera que no sabes cómo serías o cómo se comportarían tus hijos en un mundo sin nalgadas.
Podría ser que tu hijo prospere no debido a tus nalgadas, sino a pesar de estas.
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