15 de septiembre de 2013

El arte anarquista catalán de finales del siglo XIX

Al abordar este tema debemos hacer notar la gran importancia que los anarquistas concedían al arte y la literatura. Estaban empeñados en lograr un arte proletario; para ellos, la revolución artística era tan importante como la social, pues por medio del arte, de la literatura y de la ciencia, se guiarían los destinos humanos hacia su redención. Ese arte debería surgir del proletariado, ser producto de obreros y campesinos que no fuesen artistas profesionales, pues en la síntesis estética política-social que los anarquistas querían llevar a cabo, pretendían destruir el status de la obra de arte como goce privativo de las clases pudientes y como producto exclusivo de artistas profesionales. Intentaban otorgar el derecho de gozar y de crear obras artísticas a todo individuo, volviendo el arte a sus raíces populares.

A pesar de que se apreciaba la obra de ciertos artistas consagrados, el dibujante libertario típico es un hombre común, obrero o campesino, que hace su obra en algún momento movido por su impulso social. Estas obras artísticas poseen un carácter y valor especial que derivan justamente del acto creador, y dan el tono fundamental a la estética ácrata. Hay un rechazo de la perfección formal que viene de considerar primordialmente al arte como experiencia, oponiendo como contrarios el arte que se crea al arte que se recibe. Se tiende a considerar a cada individuo como un creador en potencia, y al artista que hace de su arte un oficio, un símbolo de la sociedad clasista.


Tenemos un ejemplo interesante de la aplicación práctica de estas teorías en La Huelga General, de Barcelona, que en su número 5 publica un artículo «A los dibujantes, llamada a todos los artistas españoles para publicar allí sus colaboraciones. En los números siguientes, en efecto, comienzan a aparecer estas obras.

Otro de los puntos fundamentales de la praxis artística en la sociedad capitalista. A la concepción capitalista del arte, doblemente minoritaria, contraponían una concepción igualitaria. Ello implicaba la difusión masiva de la obra de arte y, para este fin, los anarquistas utilizaron todos los adelantos de la técnica de fin de siglo; litografía, aguatinta, nuevos métodos de grabado en madera, fotografía, grabado fotográfico.

Podemos revisar brevemente las formas de difusión artísticas. Los anarquistas vendían litografías, generalmente carteles de 40 cm de alto por 20 de ancho. Se anunciaba su venta en los periódicos. Un ejemplo es la llamada La Revolución Social, reproducción de un cuadro al fresco debida al pincel de un obrero (anónimo). Se vendía a 63 céntimos.

Pero entre las múltiples consecuencias de la revolución científica técnica la que influye más directamente en la plástica anarquista es la fotografía. Un ejemplo directo: el Segundo Premio en el Certamen Socialista de Reus, celebrado el 14 de julio de 1885 se concede a una fotografía con un grupo de trabajadoras del Carme en el momento de ser puestas en libertad después de sufrir condenas por cuestiones sindicales. Pero el desarrollo de la fotografía permitía también a los anarquistas reproducir en las páginas de sus publicaciones escenas de la vida obrera tomadas en instantáneas. Por ejemplo, «La causa proletaria», que mostraba la salida de un mitin obrero; «la crisis del algodón», «costumbres marineras», etc.

Además de carteles, se vendían también, a través de periódicos, retratos de los héroes del anarquismo; Bakunin, Faure, Pallás, Tolstoi; los retratos más grandes eran destinados a centros obreros, como el grupo de los Mártires de Chicago o Jerez. Estos retratos trababan de imitar la pintura, y están concebidos como óleos tradicionales, a veces con fondo de pesados cortinajes, ramas de olivo, objetos alegóricos.

Además, los anarquistas publicaban sellos, como los hechos con motivo de pedir la revisión del proceso de Montjuic. También hacían tarjetas postales, como la serie La Huelga Revolucionaria, publicada en Barcelona. Tierra Libre, periódico barcelonés, anuncia también las postales Tramontana. Estaban divididas en seis juegos de seis tarjetas, y había un total de 350 juegos. Ciertas postales eran más populares, como Solidaridad Obrera. Eran sobre todo alegóricas.

La difusión masiva de estas obras marcaba en la praxis anarquista el gran divorcio entre el arte oficial y el arte vivo. La experiencia plástica se basaba en la imaginería impresa de gran difusión. Son obras que no están destinadas a gabinetes de estetas, a salones o museos, sino que están al alcance de cualquier persona. Las obras más caras, una o dos pesetas, eran destinadas a centros obreros. Estas pequeñas obras artísticas, tarjetas, sellos, carteles, retratos, constituían una especie de democratización de la pintura.

Las obras artísticas más interesantes son los dibujos aparecidos en periódicos anarquistas. Esta forma de publicación es importante, hay que hacer notar la importancia que tuvieron los periódicos en la sensacional difusión de las teorías ácratas en la España de fin de siglo. Estas publicaciones de poca o larga duración, brotaron en pueblos, ciudades, aldeas, llevando a las masas proletarias catalanas las noticias  de la Buena Nueva.


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