14 de julio de 2014

El fanatismo por el fútbol




El fanatismo por el fútbol

El ser fanático de algún equipo de futbol puede determinar el trato y problemas con los demás, la elección de nuestros amigos, según nuestro equipo gane o pierda definir nuestro estado de ánimo, afectar a nuestra salud debido al stress, resultar heridos por la violencia que lo rodea o hasta llegar a vernos perjudicados por lesiones aún más graves o permanentes como fallos cardiacos y hasta la misma muerte.

El fanatismo por el fútbol, desde el punto de vista social es el mayor disparador de situaciones de violencia, de enfrentamientos callejeros, de pintadas que no sólo afectan a la vía pública sino que se extienden a fachadas de casas particulares o interiores de escuelas, empresas y a todo ámbito donde exista un hincha socialmente inadaptado.

Este mismo fanatismo llevado a la justicia, increíblemente puede llegar a puntualizar en el trato diferencial de delincuentes en jefaturas, cárceles y juzgados y en casos extremos, en la aplicación de la justicia misma.

En cuanto a la juventud, afecta a su debida educación, ya que muchos adolescentes fanáticos dedican su vida a lo que ellos llaman su pasión, en lugar de aprovechar de mejor forma su tiempo en la preparación de sus vidas para vivir sus propios sueños y no remitirse a sólo observar el de los demás.

La implementación del fútbol, como deporte, es el que genera los mayores costes en seguridad cada vez que se realiza un partido, implicando la presencia de miles de policías en las canchas y alrededores que no bastan para que siempre se perjudiquen a terceros con los destrozos generados en vehículos, colectivos, negocios y casas particulares, como así también, para poder evitar los arrebatos, robos y las peleas callejeras que provocan numerosos heridos y hasta homicidios. Más de doscientas personas muertas, miles de personas heridas, con secuelas permanentes y otros miles con daños de otra naturaleza, es el saldo de la violencia en el fútbol argentino.

Por parte del gobierno, se gastan sumas millonarias por año por el llamado “Futbol para Todos”, que intenta llevar gratuitamente el futbol a cada rincón del país, cuando hay temas más acuciantes por resolver como lo son la pobreza, el desempleo, la violencia, la inseguridad, la educación y la salud pública, por nombrar algunos.

Fanatismo

El fanatismo es, básicamente, un ahorro de energía psicológica. Para entenderlo pensemos en los registros, en las sensaciones que producen las dudas. Una persona que experimenta dudas en una situación determinada se encuentra en la necesidad de realizar una elaboración compleja: ha de buscar las distintas posibilidades, estudiarlas, sopesarlas, calcular los factores que pueden intervenir, mirar el problema desde distintos puntos de vista, calcular las posibilidades de éxito/fracaso… Durante ese proceso el psiquismo trabaja mucho, se experimenta una sensación de inseguridad, las acciones son más lentas y la incertidumbre produce cierto temor (al fracaso, al error, a las consecuencias, etc). Da igual de qué duda estemos hablando: ¿existe Dios?, ¿vamos al cine?, ¿estudio derecho?, ¿me caso con esa persona? Como es lógico, a mayor trascendencia de la duda mayor es la tensión que se produce y más fuertes son las sensaciones de incertidumbre, inseguridad, lentitud de las acciones y temor.

El fanatismo ahorra todo esto. Propone al psiquismo una solución rápida, contundente, eficaz. El fanatismo elimina la incertidumbre al 100%. Como consecuencia produce un registro de unidad, de coherencia personal que refuerza el mecanismo: el fanático se siente seguro y su seguridad refuerza el fanatismo. Su certeza le libera del temor (al error, a las consecuencias, al fracaso…) y esa liberación refuerza su fanatismo. El fanatismo le ayuda a integrarse en un grupo con el que se identifica y que le acoge con entusiasmo: esa integración también refuerza el fanatismo. Todas estas sensaciones facilitan sus acciones y sus acciones también refuerzan su fanatismo. En síntesis, desde un punto de vista psicológico el fanatismo supone un gran ahorro de energía que impulsa a la persona.

El fanatismo, así también, esconde unos terribles «efectos secundarios»: limita la libertad, empobrece el psiquismo, incomunica, limita la autocrítica y el afán de superación, reduce la riqueza de matices de la vida y en muchos casos desemboca en la negación de la dignidad humana de los otros.

Siguiendo los lineamientos psicológicos, podemos decir, que lo propio del fanatismo es el ansia de seguridad total de quienes, en el fondo, se sienten existencialmente inseguros. En este sentido lo interpretan algunos psicólogos. Por ejemplo, para Alfred Adler, discípulo de Freud, el fanatismo es una compensación de un sentimiento de inferioridad que niega la razón al otro. Siguiendo esta línea psicologicista, Sigmund Freud, en “El malestar de la cultura”, afirma que el hombre se encuentra escondido entre dos tendencias contrarias: el ansia de felicidad y el ansia de seguridad. Nuestra conciencia de individuos es la causa de que nos sintamos solitarios, así como la corporalidad es la fuente de males como las enfermedades. Por eso, para buscar la felicidad puede imponerse la exigencia de abolir ambas facetas.

También Erich Fromm, a lo largo de su prolífica obra, estudió el fanatismo e intentó explicarlo aunando psicología y sociología. Su enfoque se resume en el conocido título de su libro “El miedo a la libertad”, según el cual, todo fanatismo es un intento regresivo de escapar del surgimiento del individuo y la libertad, debido al miedo que ello causa. El miedo se da ante la angustiosa sensación de separación y aislamiento (soledad) al crecer, que no se resuelve de una manera sana estableciendo vínculos afectivos horizontales con los demás. Se trata, en suma, de la incapacidad de amar.

Fanáticos

Fanático es “quien manifiesta celo excesivo por una religión, deporte u opinión”. Se deriva del latín, fanum, templo. Dice el filólogo Roque Barcia que, “los latinos llamaban fanático al que siempre estaba en el fanum, como nosotros llamamos hoy beato o santurrón al que hace un oficio de comerse los santos en la iglesia… Creyendo servir a un Dios, a quien ofende, el fanatismo sería capaz de quemar al mundo, y después de verlo reducido a polvo, exclamaría regocijado: ¡Cuanto bien le hice!… El fanatismo es una especie de frenesí”.

Se trata de un entusiasmo ciego, torvo y desmedido. En el ámbito del fútbol implica una suerte de obcecación que mueve a entregarse irracionalmente a un determinado equipo o bando. Es clara expresión de fracaso del crecimiento personal.

El fanático, pues, se caracteriza por su espíritu maniqueo y por ser un gran enemigo de la libertad. Los lugares donde impera el fanatismo son terrenos donde es difícil que prospere el conocimiento y donde se parece detenerse el curso fluyente de la vida. Para el fanático no cabe el debate o la búsqueda común de la verdad. El fanático cree poseer la verdad de manera tajante. Afirma tener todas las respuestas y, en consecuencia, no necesita seguir buscando a través del cuestionamiento de las propias ideas que representa la crítica del otro. Un mundo, en definitiva, contrario a la mudable naturaleza humana.

Pero existe otra desventaja que tal vez resulte más contundente que la epistemológica: que el fanatismo siempre ha conducido a guerras y a graves desastres. Tras numerosos conflictos sociales, guerras, masacres, limpiezas étnicas e injusticias se halla la intolerancia de muchos fanáticos. Esto han coincidido en señalarlo todos los defensores de la tolerancia. El fanatismo es el culpable de esos males, que podrían evitarse con la universalización de un talante fraternal que aceptara las diferencias.

Análisis hechos desde el campo de la psicología sobre los fanáticos,han visto en esta clase de sujetos problemas de salud mental relacionados con carencias de afecto, abandono, violencia familiar y baja autoestima. El cuadro comienza por estados de aburrimiento, sigue con un rechazo al mundo, luego neurosis, ésta, de manera gradual, se transforma en esquizofrenia que, a su vez, suele llevara peligrosos terrenos de violencia.

Como cierre y ya si refiriéndonos a los fanáticos del fútbol, nos remitiremos a las palabras del  escritor italiano, Umberto Eco, autor de “El Nombre de la Rosa”, y otras novelas, en su ensayo Segundo diario mínimo (Editorial Lumen), dice: “Yo no tengo nada contra el fútbol… si se tercia, me veo un buen partido con interés y gusto en la televisión, porque reconozco y aprecio todos los méritos de este noble juego. Yo no odio el fútbol, yo odio a los apasionados del fútbol… No amo al hincha porque tiene una extraña característica: no entiende por qué tú no lo eres, e insiste en hablar contigo como si tú lo fueras… Son como hablar con la pared. No es que a él no le importe nada que a mí no me importe nada. Es que no consigue concebir que a alguien no le importe nada. No lo entendería ni siquiera si yo tuviera tres ojos y dos antenas sobre las escamas verdes del occipucio”.

Fútbol

El fútbol (del inglés football), también llamado balompié, es un deporte de equipo jugado entre dos conjuntos de 11 jugadores cada uno. Argentina fue seguramente el más adelantado discípulo que tuvieron los ingleses en todo el mundo. Primero, desde los colegios, y luego de todos los rincones del país comenzaron a surgir jóvenes que tenían una rara comunión con la pelota.

Fue así como empezaron a aparecer jugadores, a fundarse clubes y a sumarse los títulos.

Pasión

 según los hinchas, el fútbol es una pasión. Entonces, para poder definir el alcance de este termino, nos remitimos a su significado en el diccionario de la Real Academia Española:

1. f. Acción de padecer.

2. f. Lo contrario a la acción.

3. f. Estado pasivo en el sujeto.

4. f. Perturbación o afecto desordenado del ánimo.

5. f. Inclinación o preferencia muy vivas de alguien a otra persona.

6. f. Apetito o afición vehemente a algo.

Incursionamos más en el término padecer, y obtuvimos:

1. tr. Sentir física y corporalmente un daño, dolor, enfermedad, pena o castigo.

2. tr. Soportar agravios, injurias, pesares, etc.

3. tr. Sufrir algo nocivo o desventajoso.

4. tr. Sufrir (? aguantar, tolerar).

5. tr. Dicho de una cosa: Recibir daño.

Empleando estos significados, podríamos concluir que la pasión que genera el fútbol en las personas, que se definen como pasivas (contrarias a la acción), es el sufrimiento debido a una afición vehementemente irracional. En otras palabras, es el sufrir de las personas pasivas.

Esto es de fácil constatación al escuchar los supuestos argumentos “racionales” de un hincha, el cual se siente participe de la derrota y triunfo de su equipo como si el hubiera colaborado en algo en ese resultado. “Mañana ganamos” u “Hoy me muero perdimos”, son frase repetidas incesablemente por los hinchas. En verdad, el único aporte que realizan ellos, sólo se remite al apoyo monetario por medio de la paga de la cuota social o por la adquisición de la entrada a la cancha.



Fuente: http://informatizarte.com.ar/

No hay comentarios:

Publicar un comentario