Vigilancia de federales.
Foto: Benjamín Flores.
Foto: Benjamín Flores.
Con la anuencia del gobierno calderonista, 200 policías y
militares mexicanos fueron puestos al servicio de la agencia
antinarcóticos de Estados Unidos: esta instancia los entrenó, los puso a
trabajar en México y les dio órdenes de no compartir información con
las autoridades nacionales.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Apenas
pasadas las elecciones del 2 de julio de 2006 la maquinaria de la DEA ya
estaba echada a andar. Washington se dio a la tarea de crear un grupo
especial con 200 efectivos de la PGR, la Policía Federal, la Marina, el
Ejército y el Cisen, todos ellos subordinados a la agencia antidrogas y
con estrictas órdenes de no compartir ninguna información con el
gobierno de México.
El director regional de la DEA en México y Centroamérica era entonces David Gaddis, hoy retirado.
Según documentos cuyas copias tiene Proceso,
el 31 de julio de 2006 José Luis Santiago Vasconcelos, entonces titular
de la SIEDO, recibió un oficio en el cual Javier Laynez, subprocurador
Jurídico y de Asuntos Internacionales de la PGR, solicitaba que Jorge
Joaquín Díaz López, fiscal especial; José Ignacio Muñiz Chávez,
Ministerio Público federal; Rubén Orfaly, ejecutivo de proyectos;
Octavio Aranda, perito técnico; Francisco Javier Jiménez, agente de
investigación y Antonio Mejía Robles, fueran 38 días a Quantico,
Virginia, a participar en el curso Unidad de Investigaciones Sensibles o
Confidenciales (SIU, por sus siglas en inglés).
“La SIU era un
brazo del gobierno de Estados Unidos dentro de México y al momento de
hacer sus operaciones de alto impacto iba a ser manejado directamente
por un agente de la DEA”, señala Jiménez, quien formó parte de ese
grupo.
Francisco Javier Jiménez entró a la Policía Judicial
Federal en 1999 y fue comisionado a la Unidad Especializada en
Delincuencia Organizada (UEDO, antecedente de la SIEDO) el 2 de agosto
de 2000, cuando la dirigía José Trinidad Larrieta.
Afirma que
ingresó porque siempre le gustaron el trabajo policiaco y la
investigación. Quería ser agente secreto. Y lo fue, pero el precio ha
sido alto: cinco años prófugo, en la clandestinidad, por una acusación
en su contra.
Muy pronto participó en una operación exitosa. “El
16 de noviembre del año 2000 hice mi primera intervención en una
investigación relevante. Detuvimos al cuñado de Amado Carrillo Fuentes,
César Miguel Rivera Vargas, El Esfera, esposo de Florentina Carrillo Fuentes”, señala. Fue su primer trabajo con la DEA.
“Ellos
sólo proporcionaron el nombre; toda la investigación, absolutamente
toda la realizamos nosotros. La reacción de ellos fue de sorpresa. No
entendían cómo, con nuestros recursos limitados y sin tener la capacidad
financiera de ellos, realizamos una investigación de más de seis
meses”, recuerda.
Días antes los agentes mexicanos tuvieron una
reunión con la DEA en la que ésta aseguró que Rivera Vargas estaba en
Chiapas. Los mexicanos lo detuvieron en el Distrito Federal. “Quedaron
sorprendidos y satisfechos con esa captura”, señala. Por eso fue uno de
los elegidos para integrar la SIU. La selección fue basada en la
eficiencia y desempeño laboral, afirma. “Fuimos elegidos, no alzamos la
mano para nada”.
Fuente: Proceso, publicado por: Anabel Hernandez.
Fecha de publicación. 1 de Junio de 2013.
Dirección de la nota: http://www.proceso.com.mx/?p=343658
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