20 de julio de 2014

La educación y la mediocridad

La educación, desde hace ya unos cuantos años, está sufriendo un declive brutal. En lugar de ser la joya de la corona del país, se convierte, cada vez que cambia un gobierno, independientemente del color de ese gobierno, en algo que hay que cambiar pero, desgraciadamente, no para mejorar. Se utiliza para alienar mentes, adoctrinarlas y, siento decir esto pero es lo que pienso, para que cada vez pensemos menos por nosotros mismos y obedezcamos más. Al final, acabaremos siendo ovejas.

Así, no es de extrañar que cada vez sean más los que cuestionen asuntos, materias, aprendizajes, conocimientos, etc. que antes nos parecían incuestionables  por su importancia en la formación de una persona tanto a nivel intelectual como de comportamiento.

Lo curioso es que esas controversias casi siempre inclinan la balanza a favor de las llamadas “ciencias” en detrimento de las llamadas “letras”. A nadie se le ocurriría preguntarse por qué se debe aprender a sumar o para qué les van a servir las divisiones en el futuro, pero sí es habitual, casi normal últimamente, hacer preguntas tipo: ¿Para qué me va a servir en el futuro estudiar a Kant o a Foucault? ¿Qué me va a aportar  ahora o más adelante leer La Celestina? O la mejor pregunta de todas: ¿Para qué necesito aprender a escribir correctamente? (Muchos añadirían: para eso está el Word del ordenador que ya me corrige).

Números (http://mrg.bz/VHrMDy)A mí se me ocurren un montón de respuestas a todas estas preguntas, pero dejaré que cada uno de vosotros las valore por su cuenta. Sólo diré que yo, mujer de “letras”, nunca me cuestioné el motivo por el cual debía aprender a sumar, restar, hacer divisiones, calcular cuánto tiempo tardan dos trenes en encontrarse… (seguro que os acordáis de este tipo de problemas), etc. Y no me lo cuestioné porque creí, de hecho a día de hoy estoy convencida de ello, que todos esos conocimientos me sirvieron , me sirven y me servirán para ser quien soy, mejorar, seguir aprendiendo, vivir y sobre todo, pensar por mí misma.

Yo estudié a Kant y a otros filósofos (no morí por hacerlo) y con ellos aprendí la evolución del pensamiento del ser humano. Con sus libros, sus explicaciones, sus teorías y sus ideas, aprendí política, economía, religión, derecho, sociología y un sinfín de cosas (útiles) más. Por eso, no entiendo que hoy no se deban estudiar. Quizá es que soy una antigua.

A mí, en su día, también me costó entender a algunos de estos grandes filósofos, pero al intentar comprender qué era lo que me querían enseñar, mi mente aprendió a estructurar ideas, a sacar teorías, a comprender, a aprehender y sobre todo, a pensar.

La filosofía, tan denostada y humillada, forma parte, aunque la gente no lo quiera ver, de cada acción de nuestro día a día. Nuestros políticos, tan mediocres en los últimos tiempos, quizá fueran mejores si en lugar de visitar tanto el bar del congreso, visitasen más una biblioteca y empezaran a razonar cómo los filósofos nos enseñaban a hacer a los que tuvimos la suerte, porque visto lo visto, es suerte, de haberlos estudiado.

Y respecto al lenguaje, a la escritura y a nuestro idioma, ya hace un tiempo os comenté lo descontenta que estaba al ver cómo, poco a poco, pero con gran celeridad, se va convirtiendo en una simple y triste sombra de lo que un día fue y de lo que podría llegar a ser si de verdad se le tratara como se merece. Saber escribir bien debe de ser algo muy mal visto porque yo, cada día, me sorprendo más de la poca importancia que se le da al hecho de escribir correctamente.


Y estos ejemplos cada vez serán más habituales y al final, al paso que vamos, estoy convencida, la RAE con su gran sabiduría se le ocurrirá una brillante manera de solventarlo. ¿Cuál? Sencillo, muy sencillo. Volverán a reunirse todos los académicos durante una semana para decidir lo siguiente: ya que la gente no aprende a escribir bien, vamos a facilitarles las cosas. Rebajaremos el nivel como hicimos al eliminar la diferencia entre  solo y sólo,  este y éste, esta y ésta o ese y ése.

De esta forma, dentro de poco no habrá distinción entre v y b porque, total, se pronuncian igual; quitaremos la h porque es muda; quitaremos las tildes en mí, tú y en el verbo dar cuando es dé porque, por el contexto, seguro que podemos saber exactamente lo que se quiere decir. Y así podríamos seguir poniendo ejemplos hasta el infinito y más allá. No lo voy a hacer. No merece la pena porque lo único que se consigue es hacer “mala leche”.

Suicidio_de_un_payaso (www.bancodeimagenesgratis.com)Lo sorprendente de todo esto es que últimamente nos escandalizamos de lo mediocres que son nuestros agentes políticos, sociales y económicos. Nos disgustamos cuando se hace público el resultado de una evaluación interna a profesores y vemos que no saben que una gallina es un ave (algunos la denominaron mamífero) y escriben Navarra con b. Nos echamos las manos a la cabeza cuando las encuestas dicen que nuestro nivel de fracaso escolar es astronómico y la calidad de nuestra educación y enseñanza, pésima. No deberíamos escandalizarnos tanto porque es algo que lleva tiempo sucediendo. El virus de la mediocridad hace tiempo que comenzó a infectarlo todo.





Y mientras todo esto sucede, ¿qué hacemos? Poco o nada porque en una gran parte de la población, mal que me pese, lo que se valora no es la buena educación sino la educación del más fuerte, del más rico, del más guapo y del mejor situado.



Tomen su tiempo para checar cada vídeo con la realidad, la educación es todo los aspectos es una mierda y no se diga la contracultura, en México o en cualquier otro país.. educación se ha vuelto una palabra vulgar.