18 de diciembre de 2014

La doble moral es un antivalor que ensombrece todo el que hacer humano

 
 
Bertrand Russell mantenía que la humanidad tiene una moralidad doble: una moral que predica y no practica y, otra, que practica pero no predica. Así, lo primero que se deduce es la certeza de una manipulación o degradación del concepto de moral pues ya me dirán qué valor tiene al caso la segunda opción sobre la primera cuando recién está el dato, por poner un claro ejemplo, que las crecientes desigualdades socioeconómicas del planeta, las insuficiencias en nutrición y salud del tercer mundo, se solventarían con tan sólo el misérrimo y olvidado 0,7 % de los ingresos anuales del primero (Pacto del Desarrollo del Milenio firmado en el 2000 por 150 países -EEUU y Europa incluidos- y ratificado en el 2002 con igual e improrrogable objetivo).
Pero no he de referirme enteramente a este signo engañoso, a la moral que se profesa en contraposición a la que se dice profesar, sino a las inevitables contradicciones que conlleva tal línea de conducta. El interés mediático que acompaña al aparato pseudo-solidario de la moral al uso -he escrito de ello en otra ocasión- queda al descubierto en demasiados casos como, v.g., la peripecia del pobre Alí --en Irak--, la de las tristemente desaparecidas Ladan y Laleh --en Singapur-- como antes la de las otras dos gemelas, Salma y Samia --en Marruecos--. Alí, el niño abrasado y troceado por un misil en su propia casa, es seguido y morbosamente observado al minuto por benefactores y medios en su dolorosa recuperación hasta el último paso: la implantación de unos brazos ortopédicos en sustitución de los suyos, terriblemente amputados.
A todo esto, muy poco se comenta de Ahmed, tan desmembrado como Alí, que parece no necesitar un idéntico apoyo mediático. Y eso que, en lo que cabe, ambos gozaron de tratamiento pero... ¿qué me dicen de los miles de niños desconocidos y mutilados de toda esta guerra?. Respecto a las infortunadas Ladan y Laleh, que prefirieron morir antes que seguir malviviendo, nadie conoció su sufrimiento antes del circo montado tras su desesperada y fatal decisión.
En relación con Salma y Samia pocos recuerdan hoy que en 1998 fueron pomposa y felizmente separadas del abdomen en Madrid pero, desde entonces, casi nadie se ocupó de financiar otras intervenciones precisas y sin las que apenas sobrevivirán a la niñez. Doble moral, mentira única. Nietzsche dijo que lo peor no es descubrir un engaño sino que eso implica que en adelante seremos incrédulos.





                                 Fuente: http://www.diariocordoba.com