MARC GARCIA.
La Masonería encarna una vía iniciática por medio de la cual aún es posible, en un Occidente oscuro y enfermo, vincularse efectivamente a la Tradición Unánime y Primordial. Se trata de un Arte en el que se han acrisolado símbolos, ritos y mitos de orden cosmogónico que reyes, guerreros y hombres de oficio han reconocido, desde tiempos inmemoriales, como soportes de realización metafísica.
El neófito iniciado en los misterios del Arte Real recibe una
influencia espiritual que opera su regeneración psíquica, esto es, su
renacimiento o toma de conciencia de sí como hombre verdadero. Este despertar
se corresponde simbólicamente con un recorrido desde un punto de una
circunferencia hasta su centro, y también con una cuenta atrás que parte del
denario y termina en la Unidad, principio generador de la multiplicidad
implícita en la década. Acabado el viaje por los pequeños misterios comienza,
sin solución de continuidad, el tránsito por los misterios mayores, la ascensión
por el eje inmóvil en torno al cual gira la rueda del devenir, o rayo que,
atravesando el Sol, traza la vía que devuelve el ser al seno del No–Ser.
Geometría, número y cosmogonía
El profano que solicita ser admitido en la Francmasonería de Rito
Escocés, Antiguo y Aceptado redacta un testamento filosófico en la Cámara de
Reflexión ante los tres principios alquímicos. Tres zonas de su cuerpo son
desnudadas antes de ser conducido, privado de la vista, hasta la puerta del
Templo. Habiendo sido introducido en la Logia, cumple en ella tres viajes, y
recibe por fin la Luz al tercer golpe del mallete del Venerable Maestro. El
ternario preside el inicio de la edificación del templo interior del francmasón
al igual que la construcción del Cosmos, del cual la Logia es una imagen perfecta.
Las teogonías más elevadas consideran un ternario principial
constituido por un principio superior o Ser puro (en la tradición hindú, Ishwara
o Apara–Brahma; en la tradición extremo–oriental, el "Gran Extremo" o
Tai–ki) y la primera de las dualidades surgida de la polarización de la Unidad
(Purusha y Prakriti en la tradición hindú; el Cielo, Tien, y la Tierra, Ti, en
la tradición extremo–oriental). El Ser o Unidad trascendente, en el seno del
cual se hallan indisolublemente unidas las dos polaridades del binario
principial anteriormente a toda diferenciación, presupone otro principio: el Brahma
neutro y supremo (para–brahma) del hinduismo, el Wu–ki del taoísmo, el No–Ser o
Cero metafísico del que nada puede ser predicado y que contiene al Ser que es
su afirmación.1 Según la Cábala, el Absoluto, para
manifestarse, se concentra en un punto infinitamente luminoso, dejando las
tinieblas a su alrededor. Ese punto luminoso es el Ser en el seno del No–Ser,
la Unidad que afirma el Cero y de la cual emanan las manifestaciones
indefinidas del Ser.2
Así como el uno es el símbolo aritmético de la Unidad, el punto sin
dimensiones es la imagen geométrica del Ser. Su determinación en el seno del No–Ser
es análoga a la que una punta de un compás establece al apoyarse en una hoja de
papel. Se produce la polarización del uno–punto–Ser–Unidad en el binario al
apoyar la segunda punta del compás en la hoja. Los dos puntos determinados
sobre el papel están vinculados entre sí por medio del compás, y el segmento
recto que une ambos puntos es la proyección unidimensional de dicho vínculo
sobre el plano geométrico. Aritméticamente, la polarización de la Unidad se
puede simbolizar como el producto de dos números inversos entre sí:
1 = n x 1/n
siendo n un número entero cualquiera. El producto n x 1/n no es
distinto de la Unidad; la dualidad aparece sólo al considerar separadamente los
dos elementos complementarios de dicho producto, indiviso en el interior de la
Unidad. Otra imagen numérica equivalente es la obtención del dos por la suma de
la Unidad con su reflejo, que es ella misma:
1 + 1 = 2
Esta operación simboliza de una manera nítida la génesis del binario
por la Unidad, y muestra que no hay nada en la naturaleza de éste que sea
distinto a la Unidad generatriz.
La consideración distintiva de la Unidad y de la dualidad produce el
ternario:
2 + 1 = 3
Geométricamente, el ternario surge al trazar arcos de circunferencia
centrados en los dos polos del binario y cortarse entre sí, definiendo un
tercer punto o vértice. Si la abertura del compás es igual a la distancia entre
los extremos del binario, se obtiene, al unir los vértices dos a dos mediante
segmentos rectos, un triángulo equilátero que de nuevo evoca la no–diferencia
entre la Unidad y sus producciones duales.
La proporción áurea es una de las expresiones más sintéticas del
carácter interior del ternario formado por la Unidad y el binario. Esta
proporción, a la que en la antigüedad griega se designaba con la vigésima
primera letra del alfabeto (21 = 2 + 1 = 3), se obtiene al dividir un segmento
en dos partes de manera que la longitud de la parte menor sea a la de la mayor
como ésta a la longitud total del segmento dado. Se dice que la parte menor es segmento
áureo de la mayor y que la mayor lo es del segmento inicial. La proporción
áurea es la cantidad inconmensurable resultante del cociente entre la longitud
del segmento dado y la de su segmento áureo. Esta última se determina geométricamente
dibujando un triángulo rectángulo que tenga por catetos el segmento dado y su
mitad, y restando a la hipotenusa el cateto menor.
La proporción áurea es la única proporción continua de tres términos3 que se puede construir con sólo dos términos
distintos. El segmento y sus dos partes son "tres que son dos, que son
uno", el símbolo de una diferenciación entre la Unidad percibida como
objeto y el perceptor de dicho objeto contenidos ambos en el reconocimiento
ininterrumpido de una Unidad omnicomprensiva. Por otra parte, dicha
diferenciación prefigura las dimensiones primera y segunda de la manifestación
en el seno de la Unidad, lo cual es reflejado por la propiedad geométrica de
que si la longitud del segmento dado es la unidad de medida, las medidas de sus
partes en proporción áurea resultan ser una el cuadrado de la otra (o
recíprocamente, ésta la raíz de aquélla).4
La Unidad añadida al ternario produce el cuaternario. El Tao te King
dice: "El Tao dio a luz al Uno, el Uno dio a luz al Dos, el Dos dio a luz
al Tres, el Tres dio a luz a las innumerables cosas"5,
por lo que, en palabras de René Guénon, "el cuatro, producido inmediatamente
por el tres, equivale en cierto modo a todo el conjunto de los números, y esto
porque, desde que se tiene el cuaternario, se tiene también, por la adición de
los cuatro primeros números, el denario, que representa un ciclo numérico
completo: 1 + 2 + 3 + 4 = 10, que es, como lo hemos dicho ya en otras
ocasiones, la fórmula numérica de la Tetraktys pitagórica".6 El cuatro es el símbolo de la Unidad que se
manifiesta; es el número que signa la manifestación, la cual se despliega en un
marco de referencia cuaternario compuesto de un espacio tridimensional y el
tiempo ( 3 + 1 = 4 ) en el que todos sus elementos se hallan regidos por la ley
de la tétrada: cuatro puntos cardinales, cuatro estaciones del año, cuatro
edades del hombre.
La representación geométrica del cuaternario en su aspecto estático
es el cuadrado, y en su vertiente dinámica, la cruz. La complementariedad de
ambos símbolos queda patente al inscribir las figuras en una circunferencia:
una y otra resultan de unir los cuatro vértices circunscritos mediante
segmentos rectos de las dos maneras que es posible hacerlo, cada uno con su
contiguo o bien cada uno con su opuesto. Los brazos de la cruz son como los
radios de una rueda que, dándole rigidez, afirman su giro en torno a su eje.
Por contra, los lados del cuadrado son como limaduras o planos de la rueda que
detienen su giro y la fijan. El trazado del cuadrado se efectúa a partir de la
cruz uniendo extremos contiguos de ésta. La cruz se construye en el interior de
la circunferencia, dibujando un diámetro y su perpendicular. Ello nos devuelve
a la consideración de que todo parte de un Centro único, que el cuaternario
manifiesta.
El tetraedro es la figura geométrica que expresa el cuaternario en
la tridimensionalidad. Su proyección vertical sobre el plano al que pertenece
su base es un triángulo equilátero cuyas tres alturas convergen en su centro,
reflejo de la cúspide del poliedro. El punto afirmado en el seno del triángulo
y la cima del tetraedro son imágenes del Verbo manifestado, por lo que se dice
que el cuatro es el número de la Manifestación. En la Logia, el punto cimero es
el ojo del Delta luminoso, o la iod del Tetragrama divino, símbolos ambos del
Gran Arquitecto del Universo a cuya gloria trabajan los masones.7 El cuaternario también es revelado por la planta en
forma de cuadrado largo del Templo masónico y del pavimento mosaico, cuyas
dimensiones son igualmente significativas (largo doble o triple que el ancho;
rectángulo de litigios de ancho 3 y largo 4; largo y ancho en proporción áurea,
etc.).
El giro de la cruz alrededor de su centro –engendrando la
circunferencia que, en unión de su centro, representa al denario– es la
expresión geométrica de la circulación del cuadrante que la Tetraktys
pitagórica simboliza aritméticamente ( 1 + 2 + 3 + 4 = 10 ). La cruz resuelve
exactamente el problema inverso de la cuadratura del círculo, dividiendo su
área en cuatro partes iguales, lo que se puede expresar numéricamente permutando
los términos de la anterior igualdad ( 10 = 1 + 2 + 3 + 4 ).8
Para cuadrar el círculo con un cuadrado cuya área sea igual a la del círculo
dado se requiere la intervención del quinario: se debe inscribir, en primer
lugar, un pentágono en el círculo; luego, un segundo pentágono cuyos vértices
sean los puntos medios de los arcos de circunferencia limitados por vértices
adyacentes del pentágono primero; y por último, otros dos pentágonos cuyos
vértices se hallan por la bisección de los arcos acotados respectivamente por
un vértice del primer pentágono y el vértice más próximo del segundo. Se
obtiene así cuatro pentágonos cuyos veinte vértices, que podemos numerar
correlativamente, se distribuyen uniformemente a lo largo de la circunferencia.
Las rectas que pasan por cuatro pares de vértices tales como el segundo y el quinto,
el séptimo y el décimo, el duodécimo y el decimoquinto, y el decimoséptimo y el
vigésimo delimitan un cuadrado cuya área es muy aproximadamente la del círculo
dado.9
La suma de la Unidad y de su expansión cuaternaria considerada como
una realidad distinta a aquélla produce el quinario ( 4 + 1 = 5 ). Podemos
decir que el cinco es el símbolo de la Unidad reencontrada en la Producción
numérica, tal como la encrucijada de las cuatro direcciones cardinales revela
el centro de la cruz y del cuadrado del cual los brazos de aquélla son sus
diagonales. El cinco hace que todo retorne nuevamente a su origen, igual que al
cabo de las cuatro estaciones de un ciclo, la quinta es de nuevo la primera. En
el hombre, la quinta etapa de su vida, tras sus cuatro edades, es un instante o
punto en que se unen su muerte y su nacimiento, el "aquí y ahora donde
tiempo y espacio se funden en la unidad perfecta del eterno presente".10 Ese punto, que se sitúa más allá de la tridimensionalidad
y de la temporalidad, se corresponde simbólicamente con el lugar donde se
encuentran las cuatro direcciones cardinales, esto es, con el centro de la
cruz.
El cinco es el número del hombre, del microcosmos y del Compañero,
grado de la iniciación masónica al que se despierta contemplando la Estrella
Flamígera de cinco puntas tras cinco viajes de instrucción. En el Rito Escocés,
Antiguo y Aceptado, el viaje central simboliza el trabajo interior apoyado en
la meditación de los símbolos propios de las siete Artes Liberales, entre las
que se cuentan la Geometría y la Aritmética. La estrella pentagonal en cuyo
centro resplandece la letra G o la iod hebrea se refiere al Gran Arquitecto del
Universo y también al "perfecto iniciado que el masón se esfuerza por
ser".
El trazado geométrico de la estrella de cinco puntas se efectúa
dividiendo una circunferencia en cinco partes iguales y uniendo sus divisiones
o vértices alternadamente (el primero con el tercero, el tercero con el quinto,
el quinto con el segundo, etc.) mediante segmentos rectos hasta cerrar la línea
poligonal que así se describe, lo que se logra al cabo de dos circulaciones
completas. Para determinar los cinco vértices de la estrella hay que trazar dos
diámetros perpendiculares de la circunferencia dada, tales como el vertical y
el horizontal, y dibujar dos nuevas circunferencias interiores tangentes entre
sí y a la circunferencia inicial cuyos centros sean los puntos medios de los
radios que componen uno de los dos diámetros trazados. Los radios de dichas
circunferencias menores tienen una longitud mitad de la del radio de la
circunferencia inicial. Supongamos que los centros de las circunferencias
menores están alineados sobre el diámetro horizontal de la circunferencia
mayor; la recta que pasa por el extremo inferior del diámetro vertical y el
centro de una cualquiera de las circunferencias menores corta a ésta en dos
puntos. Dibujando, con centro en el extremo inferior del diámetro vertical de
la circunferencia mayor, arcos circulares con radios iguales a las distancias
entre dicho extremo y uno y otro de los puntos de corte antes determinados
sobre la circunferencia menor, las cuatro intersecciones de dichos arcos con la
circunferencia mayor resultan ser vértices de la estrella pentagonal. El quinto
vértice es el extremo superior del diámetro vertical de la circunferencia
inicialmente dada.11
Esta construcción geométrica, como todas las del Arte de las formas,
es un soporte precioso para meditar sobre la construcción del Cosmos a partir
de la Unidad, cuyo estadio intermedio está representado por el cinco. La
curvatura de las circunferencias interiores es análoga a la de la línea sinuosa
que divide las mitades clara y oscura del yin–yang binario. Asimismo, la suma de
las longitudes de esas dos circunferencias es igual a la de la circunferencia
primera, lo que es otra expresión simbólica de la polarización de la Unidad en
la dualidad. Por otra parte, la proporción áurea, relacionada con el ternario,
signa la geometría de la estrella de cinco puntas: están en proporción áurea
las distancias entre dos vértices alternos y dos vértices contiguos, como
también lo están la longitud de un brazo de la estrella y la de un lado del
polígono invertido que constituye su cuerpo.12
La cruz de la que parte la construcción geométrica descrita es la huella del
cuaternario en la estrella pentagonal; y si se trazan arcos tangentes a las
circunferencias menores con centro en cada uno de los dos extremos del diámetro
vertical de la circunferencia primera, de modo que los círculos menores queden
inscritos en una mandorla, la distancia entre los vértices de dicha mandorla
resulta ser el diámetro de una circunferencia cuya longitud es casi idéntica al
perímetro de un cuadrado circunscrito a la circunferencia inicial,
produciéndose así la circulación del cuaternario.
La consideración del conjunto de los seres individuales
–simbolizados por el número cinco– como algo aparentemente distinto de la
Unidad que es su principio y contenedor produce el senario ( 5 + 1 = 6 ), el
símbolo aritmético de la Creación y el macrocosmos. La expresión geométrica del
senario está implícita en la circunferencia, la cual es dividida en seis partes
iguales por su radio. El seis define, pues, el módulo de la rueda del devenir,
el trecho significativo que recuerda, en el ámbito de lo contingente, la permanente
unión entre el centro y los innumerables puntos de la circunferencia, y también
la unidad de medida del tiempo.13,14
Uniendo entre sí de maneras diversas seis puntos uniformemente
distribuidos sobre la circunferencia se construyen distintas figuraciones
geométricas del senario. Trazando segmentos rectos entre pares de puntos
contiguos obtenemos el hexágono regular, cuyos lados son de longitud igual a la
del radio de la circunferencia en que se inscribe. Si además se unen tres
vértices alternos del hexágono con su centro, la figura resultante es la
proyección del símbolo tridimensional del senario, el cubo, sobre un plano
perpendicular a una de sus diagonales. Por otra parte, si los vértices
distribuidos a lo largo de la circunferencia que se unen con trozos de recta no
son contiguos sino alternos se obtiene la estrella de seis puntas o de David, o
sello de Salomón, que revela al senario como la unión del ternario
inmanifestado y de su reflejo invertido, ilusorio y cambiante en el plano
creacional ( 3 + 3 = 6 ), esto es, el producto de la polarización de la tríada
principal ( 3 x 2 = 6 ).
El cubo es la representación geométrica de la Ciudad Perfecta, la
Jerusalén Celeste, y también de la Logia, de la que se dice que tiene una
longitud de este a oeste, una anchura de norte a sur, una altura hasta el cenit
y una profundidad hasta el nadir.15 También tiene
forma de cubo la piedra desbastada por el masón con las herramientas propias
del Arte Real, la cual, por el paralelismo y la rectitud de sus caras,
perpendiculares a las seis direcciones del espacio, es útil para la construcción
del templo interior: "... sin duda, siempre representa el cubo el Ideal de
la perfección humana, en cuanto se presente con absoluta igualdad, rectitud y
paralelismo tetragonal en las tres dimensiones de la vida material, moral y
espiritual, mientras en general la primera, que corresponde a la longitud,
prevalece en el estado y actividad ordinarios de la humanidad".16
Dice el Génesis que Dios concluyó la Creación en seis días, "y
cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera".17
El siete simboliza el reencuentro, en el plano de la Creación, de la Unidad
inmutable que es origen y síntesis de aquélla, lo que se expresa aritméticamente
mediante la suma de los siete primeros números enteros: 7 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 +
6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1. También se dice que el siete es el número
de la Formación, consecuencia inmediata de las distinciones que nuestra mente
establece entre las cosas creadas –representadas por el senario–, las cuales aparecen
por ello revestidas de formas.
La construcción del heptágono y de la estrella de siete puntas,
imágenes simbólicas del septenario, expresa geométricamente la observación
exterior, si es que puede llamarse así, que la mente efectúa de la manifestación
proyectando sobre ella las formas.18 Para dividir una
circunferencia en siete partes iguales y así determinar los vértices de un polígono
regular inscrito de siete lados, hay que trazar un diámetro y dividirlo en
siete segmentos de igual longitud. A continuación, con radio igual al diámetro
dibujado y centros en los dos extremos de éste, se abren dos arcos circulares
que se cortan en dos puntos exteriores a la circunferencia. La recta que pasa
por uno de estos puntos y por la segunda de las seis divisiones marcadas sobre
el diámetro con el fin de dividirlo en siete partes iguales corta a la
circunferencia en dos puntos. Tomando la distancia entre el punto más próximo a
la segunda división del diámetro y el extremo del diámetro que se halla más
cercano a dicho punto, y portándola siete veces como cuerda de la circunferencia,
hallamos los siete vértices del polígono inscrito.19
El heptágono se construye uniendo pares de vértices contiguos, mientras que la
estrella de siete brazos se obtiene trazando una poligonal que pase por el
primero de cada tres vértices (esto es, uniendo el primer vértice con el
cuarto, el cuarto con el séptimo, el séptimo con el tercero, etc.), quedando
cerrada al cabo de tres circulaciones completas.
Siendo el cubo una expresión geométrica del senario, su centro, el
punto en el que se cortan los brazos de la cruz tridimensional formada por las
alturas del poliedro, representa al septenario en tanto que símbolo del retorno
a la Unidad principial, lo que también está simbolizado por el Sabbath judío y
el domingo cristiano; son días de descanso de la semana durante la cual, a
imagen de la Creación, transcurre el trabajo del hombre.
El siete es también la suma del tres y del cuatro ( 3 + 4 = 7 ). El
septenario puede ser contemplado, pues, como la unión de la tríada principial
presidida por el Logos y el cuaternario que de ella emana, a lo que no es ajena
la división de las antiguas siete Artes Liberales en tres artes de la palabra o
trivium (Gramática, Lógica y Retórica) y cuatro ciencias cosmogónicas o quadrivium
(Aritmética, Geometría, Música y Astronomía). Geométricamente, la suma del
ternario y del cuaternario es análoga a la coronación de un cuadrado con un
triángulo, siendo la figura resultante el alzado de la piedra cúbica en punta,
que, como el número siete, simboliza la perfección del Arte Real. Siete masones
hacen una Logia "justa y perfecta", como siete notas completan la
escala musical "que reproduce el sonido de los siete planetas en su
rotación".20
En el centro de las siete esferas planetarias se encuentra la
Tierra, símbolo del conjunto del mundo material que, en tanto que producto de
la Unidad y del mundo de las formas, está caracterizado por el número ocho.
Geométricamente, el ocho se puede representar mediante dos cuadrados, uno
inscrito en el otro y tales que los vértices de uno sean los puntos medios de
los lados del otro. Es la imagen del recipiente en el que se combinan los
cuatro principios alquímicos de la materia para producir la sustancia del
Universo, o del athanor en el que se vierten los siete metales de la Gran Obra,
caldero éste que no es otro que el alma del propio alquimista. La forma del
ocho evoca el continuo discurrir de las aguas del psiquismo que el Adepto
persigue aquietar.
El mercurio, con el que se relaciona el movimiento fluido de la psique,
está en correspondencia con la octava sefiroth del Arbol de la Vida
cabalístico.21 El octógono es la expresión
geométrica del carácter intermediario que posee todo lo anímico y mercurial.
Este polígono, que se construye uniendo los extremos de dos cruces inscritas en
una circunferencia tales que los brazos de una sean las bisectrices de los
ángulos rectos formados por los brazos de la otra, es una forma constructiva de
transición empleada en los templos de la mayoría de las tradiciones para apoyar
un domo o cúpula hemisférica, referida al cielo, sobre una base cuadrada que
simboliza la estabilidad de la tierra. La forma octogonal es también la de las
pilas bautismales y los antiguos baptisterios de los templos cristianos. Se
trata de lugares de pasaje situados en el exterior o a la entrada de las
iglesias, en una ubicación intermedia entre un espacio profano y otro sagrado
en la que se opera un sacramento que, dentro de la esfera de lo individual,
atañe al dominio psíquico intermediario entre el espíritu y el cuerpo.22, 23 La muerte
iniciática es otro tránsito con el que el ocho está relacionado, podríamos
decir, con mayor razón aún; como el bautismo cristiano, comporta un segundo
nacimiento, pero de una naturaleza distinta y superior por cuanto produce, más
allá de los efectos psíquicos de orden individual a los que se circunscribe la
regeneración por vía exotérica, una transmutación que conduce al ser al punto
de partida de una realización de orden supraindividual.24
El establecimiento de una (aparente) diferenciación entre la
realización material y la Unidad conduce al novenario ( 8 + 1 = 9 ). El nueve
es el símbolo de la multiplicidad indefinida, representada por los indefinidos
puntos de la circunferencia que se corresponden con las indefinidas
manifestaciones formales del Ser.25 El nueve, como la
circunferencia, retorna sobre sí mismo incesantemente ( 9 = 9 + 8 + 7 + 6 + 5 +
4 + 3 + 2 + 1 = 45 = 4 + 5 = 9 ), lo que evoca el aspecto aprisionador de las
formas materiales de la manifestación, y en particular, del pellejo de que se
halla revestido el estado humano del Ser. No hay salida posible por la tangente
a merced de la corriente del devenir o intentando correr más que ella,26 del mismo modo que no hay salida del novenario
multiplicando el nueve por otro número entero, puesto que el resultado siempre
es reducible al nueve. La única salida de la circunferencia es interior, camino
del centro o Unidad en la que todo lo manifestado debe reabsorberse,
completando el ciclo: 9 + 1 = 10 = 1 + 0 = 1.
Epílogo
El Aprendiz masón que ingresa en Logia toma asiento en la columna de
Septentrión. Se dice que es la región menos iluminada del templo, apta para
quien acaba de iniciar su andadura por la vía del Conocimiento y que
"todavía no es capaz de soportar una gran luz". Procedente del ámbito
de la manifestación total del Ser, simbolizada por el denario y por la rueda o
el círculo, comienza su camino de retorno a la Unidad, esto es, al centro de sí
mismo iluminando sus pasos con una aún débil claridad interior. Como el personaje
del noveno arcano del Tarot, farolillo en mano, avanza lentamente, con
paciencia y en soledad, regresando del nueve al ocho, del ocho al siete...
FUENTES:
1.
René Guénon, La Gran Tríada,
cap. II. Ed. Obelisco, 1986.
2.
René Guénon, Sobre el Número y
la Notación Matemática. Cuadernos de la Gnosis Nº 4, pág. 7. Ed. Symbolos,
1994.
3.
Relación proporcional de tres
cantidades de las que una es el término medio, de la forma a/b = b/c. En la
proporción áurea, a es la longitud del segmento dado, b la de su segmento áureo
y c la de la parte menor.
4.
Ver Robert Lawlor, Geometría
Sagrada, cap. V. Editorial Debate, 1993. La "unidad de medida" a que
nos referimos es una longitud elegida por convención como escala con el fin de
poder medir en relación a ella las demás longitudes. Tratándose de una magnitud
continua, es divisible indefinidamente a diferencia de la unidad aritmética, la
cual es necesariamente indivisible y sin partes (ver René Guénon, Sobre el Número
y la Notación Matemática. Cuadernos de la Gnosis Nº 4, págs. 25-26. Ed. Symbolos,
1994). Por otra parte, si en la ecuación de la nota 3 se asigna un valor 1 a la
longitud a, c resulta ser el cuadrado de b, y recíprocamente, b la raíz
cuadrada de c.
5.
Lao
Tse, Tao te King, XLII. Versión de John C. H. Wu.
Editorial Edaf, 1993.
6.
René Guénon, Los Principios del
Cálculo Infinitesimal, cap. IX
7.
Ver Siete Maestros Masones, Símbolo,
Rito, Iniciación. La Cosmogonía Masónica, cap. 13. Ed. Obelisco, 1992.
8.
René Guénon, Sobre el Número y
la Notación Matemática. Cuadernos de la Gnosis Nº 4, pág. 11. Ed. Symbolos,
1994.
9.
Ver
Robert Lawlor, op. cit. ., cap. VII.
10.
Federico González, El Tarot de
los Cabalistas, Vehículo Mágico, cap. II. Editorial Kier, 1993.
11.
Ver
Robert Lawlor, op. cit., cap. VII. Otra manera más
sencilla y conocida de dividir la circunferencia en cinco partes iguales es
trazar dos diámetros perpendiculares de dicha circunferencia y abatir sobre uno
de ellos, por medio de un giro en torno al punto medio de uno de sus dos
semidiámetros, el segmento recto que une ese punto con un extremo del otro
diámetro. La distancia entre el citado punto medio y su correspondiente abatido
es igual a la distancia entre dos vértices consecutivos de una estrella de
cinco puntas inscrita en la circunferencia dada.
12.
Ver
Robert Lawlor, op. cit., cap. VI.
13.
En el camino entre Jerusalén y
Emaús, Cristo revela a dos de sus discípulos el sentido interior de las
Escrituras (Lc 24, 13-35). Curiosamente, la distancia entre ambas poblaciones
es de "sesenta estadios".
14.
No es casual que el día se
divida en 6 x 4 = 24 horas, la hora en 6 x 10 = 60 minutos y el minuto en 6 x
10 = 60 segundos.
15.
Siete maestros masones, op.
cit., cap. 29.
16.
Ver Aldo Lavagnini, Manual del
Compañero, pág. 126. Ed. Kier, 1992.
17.
Gn 2, 2.
18.
La inscripción en una
circunferencia de un heptágono o de su polígono estrellado equivalente se apoya
en un punto exterior a aquélla.
19.
Esta construcción geométrica
tiene una aplicación más amplia. Si el diámetro de la circunferencia se divide
en N partes iguales, siendo N cualquier número entero mayor o igual a 3, se
obtienen los vértices de un polígono regular inscrito de N lados.
20.
Siete maestros masones, op.
cit., cap. 17.
21.
Ver Federico González, op. cit.,
cap. 1.
22.
Ver René Guénon, Símbolos
Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XLII. Ed. Eudeba, 1988.
23.
Comprendida, o al menos
entrevista la razón de ser de la forma y el emplazamiento de la pila bautismal,
su sustitución por un barreño situado junto al altar, tan frecuente en las
actuales celebraciones del bautismo cristiano resulta tremendamente grotesca.
24.
René Guénon, Aperçus sur
l'Initiation, cap. XXIII. Editions Traditionnelles, 1992.
25.
René Guénon, Sobre el Número y
la Notación Matemática. Cuadernos de la Gnosis Nº 4, págs. 14-15. Ed. Symbolos,
1994.
26.
Se diría que algo así es lo que
persigue el mundo moderno afanosamente: remando, llegar más rápido que el agua
del río a la cascada por donde debe precipitarse definitivamente.
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