En el Delta del Nilo, al norte de Egipto, Sarah Parcak intenta desenterrar antiguos asentamientos, pirámides y tumbas perdidos en la arena del tiempo.
Pero lejos de cavar, pala en mano, en una trinchera llena de polvo, la egiptóloga mira hacia las estrellas.
Sarah Parcak es una arqueóloga espacial que utiliza satélites de uso militar para identificar posibles restos bajo la superficie.
“Cuando la gente escucha el término ‘arqueóloga espacial’ suele pensar en alguien que utiliza los satélites para encontrar asentamientos alienígenas en Marte o en el espacio exterior, pero en realidad es lo contrario: buscamos evidencias de vida humana pasada en nuestro planeta”, explica.
Los satélites de alta resolución, con capacidades térmicas e infrarrojas, orbitan a unos 500 kilómetros de la Tierra y pueden localizar con precisión objetos en la superficie terrestre de menos de un metro de diámetro. Las luces infrarrojas utilizadas por los satélites tienen mayores longitudes de onda que la luz visible, por lo que pueden penetrar la superficie del planeta.
La arqueóloga espacial toma las imágenes satelitales y las procesa para identificar anomalías, muchas veces imperceptibles, sobre la Tierra.
“Todos estos secretos están en el suelo esperando ser encontrados. Las respuestas están allí”, dice Parcak, que también trabaja como profesora adjunta de arqueología en la Universidad de Alabama en Birmingham.
“La parte más emocionante de mi trabajo es que al mapear estos sitios arqueológicos utilizando nuevas tecnologías e intentando pensar de otra manera sobre estos paisajes, tenemos una mejor posibilidad de entender quiénes somos y qué estamos haciendo aquí”, agrega.
El uso de tecnología de detección remota para descubrir sitios antiguos está revolucionando el campo de la arqueología. En 2011, Parcak y su equipo anunciaron en un documental para la BBC el descubrimiento de 17 pirámides, mil tumbas y 3100 asentamientos antiguos.
Luego, en un proyecto del año pasado, Parcak recorrió durante meses el antiguo Imperio Romano, logrando desenterrar sitios identificados desde el espacio, como un anfiteatro y el posible sitio donde se habría erigido el famoso faro de Portus.
“Seguiré sorprendiéndome por la cantidad de sitios y objetos arqueológicos que faltan ser encontrados alrededor de todo el mundo”, dice Parcak.
Después de más de 15 años trabajando en Egipto junto a su esposo y también arqueólogo Greg Munford, el país tiene un significado especial para Parcak.
Sin embargo, rumores indican que varios sitios antiguos han sido saqueados durante las revueltas de la Primavera Árabe.
Por ese motivo, la egiptóloga está desarrollando nuevas técnicas para trabajar con gobiernos y organizaciones internacionales en la prevención de estas situaciones.
“Hallamos que los saqueos de estos sitios han crecido entre un 500 y un mil por ciento desde el comienzo de la Primavera Árabe. Se trata de un problema tan viejo como el hombre”, asegura.
“Las personas saqueaban tumbas hace cinco mil años en Egipto, pero el problema es cada vez peor”, añade.
Además de su trabajo de campo, Parcak pasa mucho tiempo como docente en la Universidad de Alabama y como conferencista internacional.
“Si quieres convertirte en un buen arqueólogo, debes entender el ADN antiguo, debes entender el análisis químico para comprender la composición de ollas antiguas. Debes poder estudiar los restos humanos. En ocasiones, debes saber programación informática”, explica. “No solo se trata de cavar en la tierra, que es muy divertido; hay todo otro mundo que podemos estudiar y la clave está en la ciencia, algo que trato de explicar siempre en mis conferencias”, agrega.
La egiptóloga no es la única que utiliza tecnología satelital para lograr avances arqueológicos.
En junio, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos difundió un informe que señalaba que un grupo de arqueólogos utilizó láseres aéreos para medir el templo Angkor Wat, en Camboya.
El equipo también anunció la existencia de una ciudad medieval escondida bajo la densa selva.
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