12 de agosto de 2013

En la opinión de Paola Shenkaya: En busca de Buda


> Buda peregrinaba por el mundo para encontrarse con aquellos que se decían sus discípulos y hablarles acerca de la Verdad. A su paso, la gente que creía en sus decires venía por cientos para escuchar su palabra, tocarlo o verlo, seguramente por única vez en sus vidas.
> Cuatro monjes que se enteraron de que Buda estaría en la ciudad de Vaali, cargaron sus cosas en sus mulas y emprendieron el viaje que llevaría, si todo iba bien, varias semanas.
> Uno de ellos conocía menos la ruta a Vaali y seguía a los otros en el camino.
> Después de tres días de marcha, una gran tormenta los sorprendió. Los monjes apuraron el paso y llegaron al pueblo, donde buscaron refugio hasta que pasara la tormenta.

> Pero el último no llegó al poblado y debió pedir refugio en casa de un pastor, en las afueras. El pastor le dio abrigo, techo y comida para pasar la noche.
> A la mañana siguiente, cuando el monje estaba pronto para partir fue a despedirse del pastor. Al acercarse al corral, vio que la tormenta había espantado las ovejas del pastor y que este trataba de reunirlas.
> El monje pensó que sus cofrades estarían dejando el pueblo y si no salía pronto, los demás se alejarían. Pero él no podía seguir su camino, dejando a su suerte al pastor que lo había cobijado. Por ello decidió quedarse con él hasta juntar el ganado.
> Así pasaron tres días, tras los cuales se puso en camino a paso redoblado, para tratar de alcanzar a sus compañeros.
> Siguiendo las huellas de los demás, paró en una granja a reponer su provisión de agua.
> Una mujer le indicó dónde estaba el pozo y se disculpó por no ayudarlo, pero debía seguir con la cosecha... mientras el monje abrevaba sus mulas y cargaba sus odres con agua, la mujer le contó que tras la muerte de su marido, era difícil para ella y sus pequeños hijos llegar a recoger la cosecha antes de que se pudriera.
> El hombre se dio cuenta de que la mujer nunca llegaría a recoger la cosecha a tiempo, pero también supo que si se quedaba, perdería el rastro y no podría estar en Vaali cuando Buda arribara a la ciudad.
> Lo veré algunos días después, pensó, sabiendo que Buda se quedaría unas semanas en Vaali.
> La cosecha llevó tres semanas y apenas terminó la tarea, el monje retomó su marcha...
> En el camino, se enteró de que Buda ya no estaba en Vaali. Buda había partido hacia otro pueblo más al norte.
> El monje cambio su rumbo y se dirigió hacia el nuevo poblado.
> Podría haber llegado aunque más no fuera para verlo, pero en el camino tuvo que salvar una pareja de ancianos que eran arrastrados corriente abajo y no hubieran podido escapar de una muerte segura. Sólo cuando los ancianos estuvieron recuperados, se animó a continuar su marcha sabiendo que Buda seguía su camino...
> Veinte años pasaron con el monje siguiendo el camino de Buda... y cada vez que se acercaba, algo sucedía que retrasaba su andar. Siempre alguien que necesitaba de él, evitaba, sin saberlo, que el monje llegara a tiempo.
> Finalmente se enteró de que Buda había decidido ir a morir a su ciudad natal.
> Esta vez, dijo para sí, es la última oportunidad. Si no quiero morirme sin haber visto a Buda, no puedo distraer mi camino. Nada es más importante ahora que ver a Buda antes de que muera. Ya habrá tiempo para ayudar a los demás, después.
> Y con su última mula y sus pocas provisiones, retomó el camino.
> La noche antes de llegar al pueblo, casi tropezó con un ciervo herido en medio del camino. Lo auxilió, le dio de beber y cubrió sus heridas con barro fresco. El ciervo boqueaba tratando de tragar aire, que cada vez le faltaba más.
> Alguien debería quedarse con él, pensó, para que yo pueda seguir mi camino. Pero no había nadie a la vista. Con mucha ternura acomodó al animal contra unas rocas para seguir su marcha, le dejó agua y cómoda al alcance del hocico y se levantó para irse.
> Sólo llegó a hacer dos pasos, inmediatamente se dio cuenta de que no podría presentarse ante Buda, sabiendo en lo profundo de su corazón que había dejado solo a un indefenso moribundo...
> Así que descargó la mula y se quedó a cuidar al animalito. Durante toda la noche veló su sueño como si cuidara a un hijo. Le dio de beber en la boca y cambió paños sobre su frente. Hacia el amanecer, el ciervo se había recuperado.
> El monje se levantó, se sentó en un lugar apartado y lloró... Finalmente, había perdido también su última oportunidad.
> -Ya nunca podré encontrarte - dijo en voz alta.
> -No sigas buscándome - le dijo una voz que venía desde sus espaldas - porque ya me has encontrado.
> El monje giró y vio cómo el ciervo se llenaba de luz y tomaba la redondeada forma de Buda.
> -Me hubieras perdido si me dejabas morir esta noche para ir a mi encuentro en el pueblo... y respecto a mi muerte, no te inquietes, el Buda no puede morir mientras haya algunos como tú, que son capaces de seguir mi camino por años, sacrificando sus deseos por las necesidades de otros. Eso es el Buda, y Buda está en ti.
> “Todos somos Budas, estamos iluminados, pero no nos damos cuenta”.
> Bendiciones!!
Círculo sagrado encuentro con tu ser divino este próximo 31 de agosto México DF.

Informes 2012ayogim@gmail.com

Paola Shenkaya

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